miércoles, 19 de junio de 2024

Caperucita Roja


Son las 4 pm del domingo y estoy como Tyler Durden, excepto que no he pasado por ningún club de la pelea; simplemente no he dormido en dos días. Y, sin embargo, o tal vez por ello, no puedo dejar de pensar en que me gusta estar cerca de ti. Es un pensamiento que me persigue a todas horas, como el karma de no haber nacido con suerte de cuna. Y no sé cómo explicarlo, pero, entre el millón de cosas que transcurren en mi mente (no me gustó mi plática y ya estoy escribiendo el siguiente guión de la siguiente plática: «Los hallazgos científicos que nos permiten tener el conocimiento actual de la neuroquímica del sueño, se remontan a principios del Siglo XX...»), tú eres la única que no se ha transformado en algo pasajero, tú eres la única que tiene alrededor de 24 horas en mi mente. 

Ahora, para variar, quiero orinar. Y pienso en lo que me dijiste cuando nos topamos en el baño –¡Qué lejos están los baños! y me acuerdo de tu sonrisa y de la forma en la que te pasaste el cabello por detrás de una oreja y cómo bajaste la mirada lentamente. O tal vez no ocurrió nada así. No he dormido en dos días. Ya no sé hasta qué punto es real lo que parece real. Mucho menos sé hasta qué punto lo que recuerdo ocurrió realmente como lo recuerdo. Nadie me entiende. Lo único en lo que pienso ahora que quiero orinar es en que tengo muchas cosas qué hacer, y en que tengo la glucosa altísima y en que no puedo dejar de pensar en todas las cosas que tengo qué hacer. Es un círculo vicioso. También estoy pensando en esta banda que venden como la mejor banda de rock mexicano en los últimos diez años. Se trata de una banda prefabricada. Y el público compra todo lo que le venden. Y hay mercenarios del arte. En todas las formas del arte. 

Y vuelvo a recordarte decir «¡Qué lejos están los baños!» y quiero aplazar estas incontrolables ganas de orinar. Y de pronto me pongo a pensar que también me preguntaste si nunca intenté hacer algo con la música. No recuerdo qué te contesté. No he dormido en dos días. Ya no sé hasta qué punto es real lo que parece real. Mucho menos sé hasta qué punto lo que recuerdo ocurrió realmente como lo recuerdo. Nadie me entiende. Pero me hubiera gustado decirte «Sí, lo intenté, y, cuando estaba en la prepa, tuve que meterme a un trabajo horrible para poderme comprar mi guitarra», pero, más bien, todo fue una mentira. Y recuerdo que estaba pensando decirte que había ocurrido algo similar con la escritura. Y entonces ya te habías sentado, estabas a mi derecha, y había una banda en vivo y tocaban alguna canción de rock de los sesenta y la música era tan estridente que apenas me permitía escucharte. Y te veías tan frágil. Y me acordé que alguna vez escribí un relato sobre ti y que te llamé Caperucita Roja. Porque en mi mente, mientras escribía, estabas vestida como Caperucita Roja. En algún punto saqué esta libreta y me dijiste algo como «¡Ay, qué bonita libreta!»

Ahora estoy cansado y estresado. Pienso en que todo es prefabricado. Si escuchamos a alguna banda que todo mundo dice que es la mejor banda de todos los tiempos, y pensamos que es la mejor banda de todos los tiempos, es una cuestión de publicidad. Y si leemos a algún autor que todo mundo dice que es el mejor autor de todos los tiempos, y lo creemos aunque lo hayamos leído y nos haya parecido terrible, también es cuestión de publicidad. 

Cierro mis manos en puño y aprieto. Tengo las uñas largas. Lastiman mis palmas. Son como alfileres o garras de gato. No sé por qué siempre me ha puesto de pésimo humor sentir que tengo las uñas largas. Me pone ansioso sentir que tengo las uñas largas. Y recuerdo que en algún punto, mientras la banda tocaba alguna canción de rock de los sesentas, saqué esta libreta y me puse a anotar alguna palabra al azar para retomarla después, cualquier día, como hoy, y que miraste la libreta y que dijiste algo como «¡Ay, qué bonita libreta!». Y también recuerdo que nos topamos en el baño. Y pienso en que, a lo mejor, sueño que éste es un sueño que siempre quise soñar, y que no es el mejor momento para soñar, que debo levantarme de este asiento, de una vez por todas, y que debo caminar hasta el baño y orinar. Y tampoco puedo dejar de pensar en que salir a la calle y caminar horas y horas en busca de nada no es mi plan ideal para aprovechar mi tiempo libre. 

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