viernes, 31 de marzo de 2023

te falta aire

estás intoxicado, sucio, 
escondido en un mundo de éter y de nicotina

los párpados son una avalancha de frutas 
en la sección de mangos y de limones
del supermercado al que fuiste por la tarde

la música se abre y se cierra
en las ventanas de tu iniquidad
la música naufraga
en los confines de tu mente

rompiste todos tus récords
y estás sin aire
después de beber
después de fumar
dos o tres whiskies
dos o tres cigarrillos

tu corteza prefrontal 
está aniquilada
y estás sin aire
y tus pulmones están rotos
y buscas a gente que no deberías buscar
y te comunicas con gente a la que no deberías buscar
y haces cosas que no deberías hacer

eres un médium de las cosas prohibidas

y huyes de ti mismo
y de todo lo que escribes
y de ese párrafo que te avergüenza
y que es un muro que te impide
ver más allá

jueves, 30 de marzo de 2023

Escribo sin analizar lo que escribo

Me duele un poco la espalda. Los gatos se adueñaron de la cama y a ratos dormí en una posición incómoda. Me duele la nariz. Tengo dos barritos enterrados en la punta y en el puente de la nariz. Todavía mi conciencia no ha emergido completamente a la superficie, y las sensaciones están encima de todo.
 
Escribo sin analizar lo que escribo. Tuve 155 mg/dl de glucosa en sangre. He comido terriblemente mal durante los últimos meses: pizzas, hamburguesas, papas a la francesa, pastas... Corro dos o tres veces a la semana, entre cinco y seis kilómetros, pero eso no basta. Cuando acarreas una enfermedad neurodegenerativa que cargan tus genes, estás condenado. Debes vivir radicalmente, para estar, más o menos, como la gente sana.

Hace mucho tiempo que no me despertaba a escribir a esta hora, mucho antes de que saliera a correr por las mañanas, mucho antes de que tuviera que medirme la glucosa en ayuno todos los días, mucho antes de que nos mudáramos de casa, mucho antes de que todos los días mis días comenzaran con el pinchazo en algún dedo para medirme la glucosa, o con la vejiga a punto de estallar y exigiendo que me levantara de la cama a orinar; mucho antes de que todos los días comenzaran con alimentar a los gatos con su comida blanda y con recogerles la arena; mucho antes de que me persiguiera esta apraxia del habla que va empeorando con el paso de los días.

Escribo sin analizar lo que escribo. Algunos flashazos del sueño que tuve antes de despertar noquean mi mente. Estaba en una calle que se parecía al Centro Histórico pero que también se parecía a Santa Fe, y caminaba por allí y era como cuando salía de la secundaria y caminaba hacia la casa de mis papás, y había un montón de edificios enormes, y algunos de ellos estaban integrados en un estadio de futbol que era como El Coliseo Romano, y estaban inclinados y parecían estar a punto de caer, que un terremoto leve podría colapsarlos. 

Los gatos piden de comer, el dolor en la espalda ha menguado, los barritos en la nariz han pasado a segundo o tercer término, el sonido de la bomba del agua del vecino inunda esta habitación, algunos camiones pasan por la calle que queda detrás del fraccionamiento y el ruido de sus motores también inunda esta habitación, algunos pajaritos trinan cerca de la ventana, el sol también inunda esta habitación, una moto pasa a toda velocidad cerca que aquí, y tengo sueño.  

sábado, 25 de marzo de 2023

Bulletproof Cupid

Subo sigilosamente a la recámara, ya casi es medianoche, todos duermen en la casa, Alexa escupe “Bulletproof Cupid” por enésima ocasión en el día, a un volumen moderado; es la pista que abre el cuarto álbum de estudio de Placebo, que hoy cumple 20 años. 

Por la mañana, me enteré accidentalmente de este aniversario –tiene muchos años que no escucho a Placebo–, y he estado escuchando Sleeping With Ghosts todo el día: mientras me medía la glucosa, mientras les daba comida blanda a los gatos, mientras recogía la arena de los gatos, mientras me bañaba, mientras desayunaba, mientras tomaba el sol, mientras me daba un receso (después de estudiar un capítulo sobre la teoría del punto fijo y la teoría del ajuste y la teoría lipostática y la teoría glucostática y la lipogénesis y la adipogénesis y la regulación a corto y a largo plazo de la ingestión de alimento, en un libro de Motivación y Emoción, para mis clases de licenciatura), mientras me comía una manzana, mientras transcurría la mañana y llegaba la tarde y me alistaba para ir a nadar...

Me comía una manzana y continuaba escuchando este álbum, y recordé que siempre me ha gustado la guitarra eléctrica de “Bulletproof Cupid” y me pregunté por qué nunca había aprendido a tocarla en la guitarra. Katz me platicaba que un familiar sería intervenido quirúrgicamente de emergencia, Brian Molko cantaba “English Summer Rain”, y recordé cuando mi papá estuvo casi 3 meses en un hospital por una peritonitis, casi a la par del lanzamiento de este álbum, y, para no clavarme con la noticia, le pedí a Alexa que tocara “Bulletproof Cupid” (otra vez) y me acabé la manzana y tomé mi guitarra acústica y revisé un video en YouTube para ver cómo la tocaba Brian Molko en vivo y entonces comencé a imitarlo y a tocarla, mientras Katz pasaba a otro tema –cuánto la entusiasman las clases de natación que ha tomado desde hace casi dos meses–, y entonces la música me atrapó y me remontó al año 2003, cuando Sleeping With Ghost salió a la venta y lo escuchaba casi todos los días –no los conocía realmente, pero era una de las pocas bandas sobrevivientes de la música que había escuchado durante mi adolescencia– y, en verdad, era un idiota sin ninguna credencial académica y no sabía tocar la guitarra y no sabía qué quería hacer con mi vida; cuando le hablaba a muchas personas que ya no forman parte de mi vida; cuando una de esas personas que formaban parte de mi vida, me dejó plantado, con el corazón roto –yo me lo gané, a pulso– y con un boleto extra en la mano para el Festival Alternativo que se llevaría a cabo en El Foro Sol en noviembre del 2003 y que tendría como acto estelar a Placebo, después de Café Tacuba, después de Gustavo Cerati y después de algunas bandas como Kinky y después de algunas artistas como “la mala” Rodríguez.

Tras un par de repeticiones del video –Placebo tocaba en París, o algo así–, aprendí, más o menos, a tocar “Bulletproof Cupid”. Se acercaba la hora para ir a nadar, y Katz me acabó de contar lo que me estaba contando y luego se puso a revisar su cuenta de Instagram en su teléfono celular. Yo seguía en mi propio mundo y me acordé de algunos detalles de ese Festival Alternativo –las chicas se volvieron locas con Gustavo Cerati, sobre todo cuando cantó “Puente”, y fui terriblemente prejuicioso con él, y su actuación, incluso cuando tocó una canción de Luis Alberto Spinetta, me pareció poco relevante– y de cuánto me impresionó esta canción, con la que Placebo abrió su actuación. 

Faltaban unos cuantos minutos para que saliéramos a nadar, y no resistí a la tentación de tomar mi Jazzmaster (Brian Molko tocaba una Jazzmaster en El Festival Alternativo– y enchufarla al amplificador y grabarme con un micrófono y con mi teléfono celular y luego escuchar cómo sonaba mi interpretación de “Bulletproof Cupid”, y lo hice, y luego reproduje el video y no me gustó cómo tocaba la guitarra.

Nos fuimos a nadar y luego volvimos y después comimos, y volví a tocar la canción dos o tres veces, y, más o menos, quedé satisfecho.

Subo sigilosamente a la recámara, la canción suena, busco en el escritorio un encendedor que compré el domingo en la madrugada y mi cerebro sólo está pensando en encender un cigarrillo, en que voy a fumarme ese cigarrillo, en que voy a convertirme, temporalmente, en ese adulto joven que escuchaba Sleeping With Ghosts casi todos los días, en que romperé mi abstinencia de tabaco –el tabaquismo nunca te abandona: sólo estás en abstinencia– y en que soy otra persona, una que no sólo tiene algunas credenciales académicas y una fabulosa pareja, y que nunca va a ser plantado por nadie más, sino que, además, toca la guitarra –que, a diferencia del 2003, tiene más de cinco guitarras eléctricas que ha comprado, en lugar de comprar un auto–, y que no necesita ensayar muchas horas una canción como “Bulletproof Cupid”, pero que continúa lamentando no haber disfrutado a Gustavo Cerati –fue la única vez que lo escuché en vivo– y haber abandonado El Foro Sol cuando Placebo tocaba “Where Is My Mind?”, para haber tomado un taxi y haber escuchado al cínico taxista decirle a otros taxistas por radio “Están cayendo como manzanas del árbol”, refiriéndose a los clientes. 

lunes, 20 de marzo de 2023

el evento ha terminado

Una bandada de aves con un montón de nombres desconocidos que jamás voy a aprenderme, pían o chillan o cantan en lo alto de los árboles, mientras el sol va asomándose por el horizonte –¿acaso el horizonte es la ventana del cielo?–, pero todavía se siente la brisa de la madrugada y se me mete entre los poros y me cala los huesos como una cubetada de agua fría, y me da escalofríos y me saca del sopor zombie con el que deambulo más o menos desde las 3 de la mañana.

Estoy despierto desde las 5 am de ayer y estamos esperando un Uber en el estacionamiento de Plaza Sendero. Katz y yo salimos de aquí ayer a las 7 am y llegamos a la CDMX –al hotel Bel Air Unique– a las 8: 30. Estuvimos en el Sleep Fest 2023 desde esa hora y hasta las 18:00. Di una plática a las 11: 00 y estuve a cargo de un stand de Neurociencias, me apoyaron una docena de estudiantes de la universidad en la que trabajo –todos asistieron voluntariamente y fueron muy entusiastas– y asistí a varias pláticas. 

Después del evento, hubo una pequeña reunión y luego una cena. La cena terminó a la una de la mañana. Los sobrevivientes nos quedamos hasta las 2 am. Después de romper mi abstinencia de 5 años –y mi recaída de hace 3 meses–, me fumé un par de cigarrillos, y después de despedirnos de todos y después de conversar con personas a las que probablemente nunca les hablaré cuando esté sobrio, Katz y yo nos subimos a un Uber afuera del hotel Bel Air Unique –no había habitaciones disponibles– y buscamos un hotel dónde hospedarnos y Katz creyó encontrar uno en Patriotismo y nos fuimos a ese hotel en Patriotismo y cuando llegamos el hotel no tenía habitaciones disponibles. Nos compramos unos Lucky Strike en un un Oxxo –el vendedor levantó brevemente la manta negra que cubría todos los productos de tabaco– y nos fumamos uno cada quien, a la intemperie, mientras buscábamos otros hoteles en los teléfonos celulares y yo tenía muchas ganas de orinar. Al cabo de un par de llamadas, Katz no encontró habitaciones disponibles en ningún hotel. Toda la semana estuve pensando en reservar una habitación, pero me convencí de no quedarme más que a la cena y volver a San Mateo antes de las 10 de la noche.

Fue una estupidez. Además del Sleep Fest, el sábado hubo convención de la MOLE en el WTC –estuvieron Gabriel Chávez, Ron Perlman y Tenoch Huerta, entre otros, y lo sé porque Tenoch Huerta cobró entre $800 y $1, 600 MXN por una foto y un autógrafo, y se volvió noticia en redes sociales–, el Vive Latino en el Foro Sol y un Festival de apoyo al presidente de México, en el Zócalo. Además, el lunes, no hay labores en la mayoría de los trabajos. 

Procuro no pensar en lo cansado que estoy, en lo estúpido que fui por no reservar una habitación con anticipación, en creer que no me quedaría conviviendo hasta el final de la cena, y me enfoco en el ruido que hacen los pájaros. El ruido me remonta a unas vacaciones de verano, cuando yo iba de entrar a la universidad y mi papá nos llevó a mi mamá, a mis hermanos y a mí a un hotel en Cuernavaca y yo me levanté temprano y me salí de la habitación y caminé por ahí, sin ninguna presión, totalmente descansado, mientras me acompañaban los ruidos de las aves que estaban apostadas en lo alto de algún árbol. 

Sin embargo, el contraste de este momento –el resumen de las últimas horas– y de las vacaciones, es radical: a las 3 30 am estuvimos afuera de un hotel en Patriotismo, a las 4 30 am estuvimos desayunando en un restaurante en El Centro, a las 6 am estábamos tomando un camión en la Terminal de Observatorio, y ahora Katz y yo estamos a diez minutos de la casa, esperando un Uber, y, para mí, nuestra casa y la cama en la que dormimos, son la Tierra Prometida. 

Voy a cumplir casi 12 horas despierto, y es paradójico, porque ayer se celebró el Día Mundial del Sueño y no he dormido. Mientras el Uber llega, los párpados se me cierran, me recuerdo llevándome una cucharada con chilaquiles verdes a la boca en La Popular, tratando de no quedarme dormido en el Uber hacia el Centro Histórico, me recuerdo cantando “Amante Bandido” en un karaoke, tratando de no quedarme dormido en el Uber hacia la Terminal Poniente, me recuerdo rompiendo mi abstinencia de tabaco afuera del hotel Bel Air y escuchando una versión de corrido de “Creep” de Radiohead... 

Sólo quiero llegar a la casa, quitarme la ropa de civil, ponerme la pijama, cepillarme los dientes, lavarme la cara y tumbarme en la cama. Probablemente iré olvidando los detalles de este largo día, pero estuvo genial. Nunca había pasado una madrugada en la calle.