jueves, 25 de noviembre de 2021

killing floor

uber eats llegó. el motor de la motocicleta rompe el silencio de esta tarde de domingo. mis tripas gruñen como si no hubiera comido en varios días. apenas pongo un pie fuera de la casa me percato de que el cielo se ve atormentado y ennegrecido. me percato de que las ráfagas de viento azotan a los árboles y a las ventanas. mi cabello flota como una nube borracha de preticor. la lluvia es inminente. 

el conductor de la motocicleta se quita el casco. distingo que es un señor de la tercera edad. tiene el cabello canoso y la piel arrugada. pienso que podría ser mi abuelo. él sonríe y me saluda desde lejos. me acerco a él con el corazón partido en mil pedazos. el señor se quita la enorme mochila rectangular que carga su envejecida espalda. no puedo dejar de sentirme miserable. todos los días me quejo de las cosas que no me gustan. soy un egoísta. soy privilegiado. puedo darme el lujo de quejarme de cosas que no son importantes. me falta vivir tantas cosas y tener perspectiva. 

el señor me entrega las hamburguesas de Carl's Junior que pedimos Katz y yo. siento un nudo en la garganta. tan fuerte como las ráfagas de viento que azotan árboles y ventanas. quisiera decirle tantas cosas al señor. quisiera darle dinero. él sigue sonriendo a pesar de que no puede despojarse por completo de la mochila. hace una pausa para tomar un poco de aire y mira alrededor y me dice que la lluvia caerá en cualquier momento. yo le sonrío y solo pienso que podría ser mi abuelo. su rostro también me hace recordar a otro señor de la tercera edad que vi por televisión cuando comenzaba la pandemia. había un reportaje sobre el impacto de la pandemia en la economía de los ciudadanos de la ciudad de México. un hombre de la tercera edad caminaba por las calles del Centro Histórico y traía una mascarilla más vieja que él. hasta ese momento no había pensado en la gente que vivía al día y que no tenía dinero ni para comprarse una mascarilla. en otros reportajes entrevistaban a niños de la calle que ni siquiera sabían qué era el coronavirus. 

caen unas gotas y de pronto todos mis pensamientos son un latigazo más fuerte que el viento y de pronto todos mis pensamientos están más atormentados y ennegrecidos que el cielo. 

sábado, 6 de noviembre de 2021

de vuelta a la presencialidad

son las 8: 29. el lunes volvemos a la presencialidad en la universidad, y eso está muy bien. me encanta mi trabajo. aunque los medios masivos de comunicación —siempre serviles a los intereses de los zares del papel higiénico y de los dueños de las televisoras, digan lo contrario—, la docencia y la investigación durante la pandemia nunca han parado. De hecho, se ha multiplicado el trabajo porque cada cosa ha tenido que sostenerse con el doble o triple de inversión de tiempo y de trabajo. Los proveedores de equipos de investigación, por ejemplo, que de por sí son lentos, demoraron el doble o triple de tiempo en trámites y en entregas; recibimos capacitaciones de varios días para aprender a optimizar TICs. Algunos alumnos no siempre fueron responsables, comprometidos, entusiastas y honestos, ni le sacaron provecho a las TICs, pero sí tergiversaron las TICs a su conveniencia para deslindarse de su fracaso académico (si no estudias ni haces tareas ni exámenes, ¿cómo vas a aprobar?) y culparon a los docentes y obtuvieron el apoyo de la opinión pública (que quizá, al igual que ellos, odia estudiar pero que siempre debe externar su opinión desinformada).
Ojalá que los Javier Alatorre del país tuvieran la experiencia in situ de una semana de trabajo en la universidad e hicieran un reportaje; que incluyeran el tiempo invertido en la preparación de 12 hrs de clase frente a grupo para 3 materias distintas, para 100 estudiantes, por semana y por docente (no damos la misma clase todo el trimestre/semestre; no siempre todos los estudiantes llegan con la mejor disposición; no siempre podemos ligar un tema con la serie de TV que “le vuela la cabeza al mundo”, o con la vida de nuestros sobrinos que ya dieron sus primeros pasos, ni hacer bromas; algunos temas son más difíciles y aburridos que otros, pero esenciales); que incluyeran los trámites administrativos y las trabas burocráticas que hay detrás del mantenimiento de un proyecto de investigación, con todo y sus documentos kilómetricos con términos legales ilegibles (estas actividades son tediosas como las declaraciones de impuestos), por citar algunas cosas. 
Ojalá que el regreso a la presencialidad no fuera una consigna política.