jueves, 29 de septiembre de 2022

i want to be a country singer


me la bebo rápidamente, como si se tratara de la última hard seltzer disponible en el mundo, como si se tratara de tu cuerpo de alcohol incendiándose en las lagunas psicóticas de mis labios de Korsakoff, como si se tratara de un cuerpo celeste en la oscuridad de mis manos y de mi mente achicharradas por la paranoia, como si se tratara de un tranquilizante para mi pequeña mortalidad que se estresa porque pasa una mosca y se posa a centímetros del vaso de vidrio y amenaza con ahogarse en alcohol, como si se tratara de un combustible que perturba mis sentidos y que me hace levitar entre el resto de los mortales que tienen preocupaciones mucho más graves que las mías.

me la bebo rápidamente pensando en ti, como si no se tratara de alcohol recorriendo mi sistema nervioso central, sino como si se tratara de tu saliva recorriendo mis corpúsculos de Krause –una de las protagonistas de Las partículas elementales le dedica todo un capítulo a estos órganos sensoriales y al sexo, y la idea ha estado dándome vueltas en la cabeza–, como si se tratara de tu voz que abre las grietas de mis oídos derrumbados cuando te carcajeas y me miras con tu mirada fulminante de aguja, cuando tu mirada de intravenosa con el ceño altivo es una cortada de papel y entonces los dos sabemos, durante unas milésimas de segundo, que es un camino sin retorno, una caída libre, que no hay vuelta atrás, y que vamos a perder la razón.

me la bebo rápidamente y quiero que sus efectos me transporten a esta tarde, cuando llegaste a mi casa después de ir al súper y me trajiste la caja de Helix que te había encargado por Whats, cuando bajé la caja del Uber y estuve a unos centímetros de ti y aspiré tu aroma y sentí tus caderas confundiéndose con tu cabellera azabache, cuando te inclinaste a recoger una botella de agua que estaba tirada debajo del asiento del copiloto y vi tu silueta en todo su esplendor y sentí que sería muy fácil convencerte de cualquier cosa, de pasar a mi casa e invitarte a tomar y luego conversar y emborracharnos y luego perder la razón juntos.

me la bebo rápidamente y recuerdo que nos despedimos con un beso tuyo muy intenso en mi mejilla izquierda y con un abrazo muy cálido mío alrededor de tu espalda y cintura, y que diste media vuelta y que caminaste hacia tu casa y que no pude dejar de mirar cómo se te marcaban las caderas debajo de esos ajustados jeans blancos que llevabas puestos, y recuerdo la vaguedad de tu lencería, de tus bragas de corte francés con encaje, transparentándose a través de esos ajustados jeans blancos, como si se hubieran tratado de una cicatriz que me daba curiosidad y que quería abrirme y mordisquear como un adolescente que descubre a mujeres semidesnudas en un ejemplar de Interviú, y recuerdo que me quedé estupefacto viéndote caminar de ese modo tan espontáneo que te caracteriza y que me sentí culpable, enfermo, ebrio y sediento y hambriento de ti, y que tuve pensamientos inapropiados, y que me sentí como si estuviera en un síndrome de abstinencia, pero volví a la realidad al cerrar la puerta de la casa.

me la bebo rápidamente y estoy sentado en el sillón y abrí una lata de Helix y escancié su contenido en un vaso de vidrio y trasegué su contenido varias veces ya, y le pedí a Alexa que pusiera a Sweet 75 y escuché a Yva Las Vegas y a Krist Novoselic varias veces ya, y viajé a 1994 varias veces ya, e imaginé a Krist Novoselic reponiéndose de la muerte de Kurt Cobain, intentando borrar de su mente ese último recuerdo de él golpeándolo y escabulléndose del SEA-TAC airport, pocas semanas antes de su muerte, creyendo que la solución para borrar ese recuerdo sería involucrarse en un nuevo proyecto musical, e imaginé a Krist Novoselic en su primera fiesta de cumpleaños desde mil novecientos ochenta y tantos sin Nirvana, conociendo a Yva Las Vegas, a esa cantante venezolana que llegó a cantarle a ese cumpleaños, mucho antes de que ella se convirtiera en cantante joropunk

me la bebo rápidamente, y no puedo dejar de pensar en que esos jeans ajustados te quedan tan bien, que quisiera emborracharme cuanto antes y tener un sueño loco que nunca podrá ser realidad, quiero sentir que nada me importa, que el estrés desaparece, que los juegos mentales no están en mi contra, que me da igual qué pasará, que ya hice todo lo que está a mi alcance para tener otro contrato seguro hasta enero en mi zona de confort, que metí mi solicitud para una evaluación curricular –mi segunda evaluación curricular en lo que va del año– y que el perfil de esta convocatoria no corresponde con mi perfil, pero que tengo altas posibilidades de ganar.

sábado, 24 de septiembre de 2022

Stay Away

No usas transporte público, no tienes que levantarte a las cuatro de la mañana y salir al trabajo, ni tienes que volver a las once de la noche a tu casa todos los días, no tienes que prepararte tu comida, no lavas trastes, no lavas tu ropa –ni siquiera recoges la arena de tus gatos–, no necesitas escribir un CV para obtener un empleo, ni siquiera tienes que buscar una entrevista de trabajo para obtener un empleo, no eres empleado en una empresa de sol a sombra en un lugar, no te falta el dinero, pero esperas que creamos cuando escribes sobre “la vida”.

sábado, 17 de septiembre de 2022

rocket queen

Gatusso maúlla, son las 13: 19, justamente la hora en la que tembló el 19 de septiembre del 2017, cuando me encontraba en el tercer piso de un edificio que sufrió daño estructural y que ya demolieron, y esta asociación accidental e inesperada me trae algunos recuerdos traumáticos y me siento frustrado porque entonces no tenía tiempo ni para escribir ni para leer y acababa de pasar muchos meses de sufrimiento y desesperanza, y estaba recuperándome de una cirugía, y, en fin, que me pasaban muchas cosas pero no tenía cabeza para escribir nada sobre esas cosas que me pasaban.

Gatusso maúlla, cumplió 12 años en estas semanas, pesa casi seis kilos, es de una raza noruega, es enorme, es cariñoso y es impaciente, y tiene un apetito voraz, y todas las mañanas me levanta de la cama para que le dé comida blanda, y parece un niño que sufre mucho, y a veces agarra a un perro de peluche que le compró Katz cuando era un bebé –lo encontraron abandonado en la calle, casi recién nacido, y lo adoptamos– y lo arrastra por toda la casa y llora lánguidamente, y hoy mismo, alrededor de las seis de la mañana, mientras reescribía otra entrada de este blog, Gatusso maulló una y otra vez, y después se subió al escritorio junto a la computadora y comenzó a jalarme el cabello y a llamar mi atención, pero llegamos a un acuerdo y logró esperar hasta que Katz se despertó y entonces pudo recibir su comida blanda y yo pude continuar escribiendo.

Gatusso maúlla, son las 13: 19, y sus maullidos significan que quiere comida blanda otra vez, y yo no quiero que pase este momento en el que tengo en la cabeza una idea clara, y sin embargo me desvío del tema y escarbo entre mis recuerdos y recuerdo que ya salí a correr y que lidié contra mi fatiga muscular y que tomé varias pausas y que ya era más tarde que de costumbre y que vi a varios vecinos y que miré varias veces el cielo y que escuché In Utero dos veces mientras corría y que las nubes me estremecieron y que sentí que llegaba al nirvana en esas pausas entre un kilómetro y otro, mientras miraba el cielo y me sentía eufórico y agotado y parecía que las nubes estaban fijas en el cielo y que yo me movía en el suelo aunque estaba inmóvil, y de pronto se me ocurrieron varias ideas, como, por ejemplo, que debo escribirles más a menudo a los escritores que he leído y que tienen twitter, que debo escribirles alguna crónica-reseña sobre sus libros, compartírselas, y esperar a que alguno las lea –lo he hecho otras veces, y sí las han leído, e incluso me han seguido en twitter, o me han invitado a tomar una cerveza que he declinado– y que tener “un golpe de suerte” y que entonces pueda conocerlos en persona y luego convertirme en un conocido cercano y así, finalmente, tener la oportunidad de publicar una novela o un libro de relatos, o, incluso, alguna de las entradas que más me gustan que tengo en alguno de los blogs en los que siempre improviso, pero ya estoy desviándome otra vez del tema. 

El sol entra por la ventana junto al escritorio, y de pronto Gatusso se distrajo con su hermana Yoko y los dos se corretearon, y ya nadie maúlla, y Jackson, el otro hermano gato, está dormido en el cojín que les puse junto a la ventana del estudio, encima de un mueble en el que tengo una parte de mi colección de discos compactos, y no puedo dejar de sentirme absorbido por la luz del sol que se parece a ese sol de octubre que se parece a ese sol de noviembre que se parece a ese sol de las fiestas de fin de año, y que me trae recuerdos también.

Recuerdo, por ejemplo, las tardes de sábado en las que Katz y yo veíamos películas, cuando vivíamos en un angosto departamento en Agua Caliente y Netflix no tenía competencia, cuando no me daba tiempo para leer ni para escribir y los dos bajábamos a la tienda de la colonia y comprábamos golosinas y nos sentábamos frente al televisor y pasábamos la tarde viendo películas; ahora ella teje en sus ratos libres y los dos –ella y yo– y los tres gatos –Gatusso, Yoko y Jackson– vivimos en una casa enorme, y leo dos o tres libros al mes y escribo todos los días, y estoy a punto de quedarme sin oportunidades laborales para ejercer como profesor-investigador, y tal parece que desperdiciaré mi nombramiento de investigador nacional nivel I.

Cuando desayunábamos esta mañana, Katz le pidió a Alexa una canción pop que no tolero y después yo le pedí esta canción de Guns N' Roses que me trajo a pensar en lo que originalmente quería escribir en esta entrada, y mientras me llevaba el bocado de enchiladas con huevo a la boca, la canción me catapultó a otra época: me hizo acordarme de aquel domingo en el que estaba escuchándola en la sala de la casa de mis papás –acababa de entrar a la preparatoria, era el otoño de 1994, y acababa de comprarme Appetite for destruction en cassette, y lo escuchaba una y otra vez– y ese domingo en particular le presté atención a la letra –generalmente me enfocaba en los hits de ese álbum: en “Welcome to the jungle”, en “It's so easy”, en “Mr. Brownstone” y en “Paradise City”– y de pronto mis papás salieron urgentemente de la casa y luego llegaron con mi tío alcohólico y lo metieron en la recámara de uno de mis hermanos y me dijeron que le echara un vistazo de vez en cuando, y luego volvieron a salir de la casa, pero con mis hermanos, y me dejaron solo a cargo de mi tío.

Yo estaba en el comedor haciendo una tonta tarea para la clase de Dibujo, escuchando a todo volumen Appetite for destruction y más o menos sabía de los problemas de alcoholismo de mi tío, pero nunca había pensado seriamente en ello –ni siquiera me había emborrachado una sola vez, y no había conocido el poder seductor del alcohol ni de ninguna otra droga–, y sonaba “Rocket Queen” y me enfoqué en la batería y en el bajo, y me pareció fabulosa la sincronización de ambos instrumentos, y aborrecí a mi profesora de Dibujo –ella esperaba que todos los estudiantes fuéramos talentosos– y me concentré en la parte de la canción en la que se escuchan los gemidos de la novia de Steven Adler, y me pregunté si en verdad Axl Rose estaba cogiéndosela o si se había tratado de un truco publicitario para aumentar las ventas del álbum debut de la banda más peligrosa del mundo, cuando mis papás volvieron a la casa y me preguntaron si todo estaba bien, y yo les dije que sí, que mi tío ni siquiera había bajado a la sala y que lo había estado vigilando de vez en cuando, y resultó que estaba borracho, que se había tomado toda una botella de alcohol del 96, que quién sabe de dónde había sacado.

Y me sentí irresponsable, inocente y tonto, pero no sabía nada del poder seductor del alcohol ni de ninguna otra droga. Ahora que lo conozco y que me he emborrachado varias veces y que he consumido algunos químicos que han enloquecido mi cerebro, y que he sentido necesidad de alcohol en mi sangre, como el jueves y el viernes pasados, que hubo ley seca en el lugar en el que vivo y que la ley seca estropeó mis planes para emborracharme y huir de la realidad, y durante algunos segundos sentí que no soportaría la sobriedad; ahora que incluso he impartido algunos cursos sobre neurobiología de la adicción en la universidad y he estudiado el síndrome de abstinencia en distintos modelos animales y en casos clínicos, imagino la desesperación de mi tío esa tarde de domingo mientras “Rocket Queen” sonaba a todo volumen, entiendo su vehemencia por tener alcohol en la sangre, entiendo su desesperación por aplacar la abstinencia, y me hubiera gustado sentarme a conversar con él, en lugar de concentrarme en esa tonta tarea de Dibujo. 

Ahora voy a bajar a la cocina y no voy a darle comida blanda a Gatusso, sino que voy a destapar una Victoria y voy a bebérmela y a tratar de entrar en la zona y voy a tratar de escribir sin prejuicios. Tal vez termine tocando alguna canción de Nirvana en alguna de mis guitarras eléctricas. Tal vez termine lamentándome por mi futuro cercano. Tal termine escuchando a Guns N' Roses. O tal vez acabe exhausto y quedándome dormido, sin haber hecho nada de lo que quiero hacer.

Soy un ser sombrío, y no puedo escribir cuando ya despertaste


Soy un ser sombrío, lo supe desde que nací una madrugada de diciembre, en un hospital que había sido un convento, cuando mi mamá estaba en su habitación recuperándose y yo estaba en otra habitación con un montón de recién nacidos como yo, cuando ella era poseída por el espíritu de una monja que había fallecido en esa misma habitación y levitaba encima de la cama una y otra vez, cuando ella cantaba en latín canciones religiosas durante el parto, cuando ella gritaba mientras yo estaba en sus entrañas y mi ambiente amniótico era estresante y salí al mundo y no sólo me costó trabajo adaptarme a la presencia de mi mamá y lloré y lloré hasta que ella y mi papá me dieron una habitación para mí solo junto a la de ellos, en el pequeño departamento en el que vivíamos, y se acabó el problema y dejé de llorar, sino que también me costó trabajo adaptarme a convivir con otros niños y con otros adultos, y no soportaba cuando un adulto omitía mi nombre y me decía “niño” y no soportaba cuando un niño se burlaba de otro niño que veía más indefenso que él y me quería ir a los golpes con él y siempre perdía, y este problema de adaptación me llevó incluso a pensar mil y un veces, en repetidas ocasiones, antes de decirle a mi profesora de primero de primaria que estaba orinándome, y entonces terminaba empapando un poco los pantalones y acostumbrándome al aroma del amoniaco y a la rozadura del amoniaco en mi entrepierna. 

Soy un ser sombrío, lo supe cuando me ponía melancólico la felicidad aparente de mi familia en las reuniones de Navidad y de Año Nuevo, sabía que todos se detestaban y envidiaban en el fondo, lo supe cuando mis papás me celebraron un cumpleaños y todos parecían felices en el salón de fiestas y yo acababa de pasar por un estudio fotográfico y acababa de pensar en la muerte y en cómo eso cambiaría definitivamente las cosas, y quizá lo supe porque mis papás veían programas de televisión que no eran aptos para niños y yo los veía, y toda la violencia y toda la hostilidad y todas las fechorías de la pandilla que exterminó Charles Bronson en una película, y toda la decadencia y la sordidez y la orfandad de Valentín Trujillo en esa película en la que le decían “Perro”, se metieron en mi mente infantil.

Soy un ser sombrío, y en la pubertad descubrí que no me gustaba la compañía de los demás, y traté muchas veces de encajar y de hacer amigos, pero siempre terminaba encontrándome solo, forzándome a interesarme en cosas que a ellos les parecían fascinantes y que yo no podía apreciar, cuando estaba en una fiesta y todos bailaban la misma música de adultos que mis papás escuchaban en sus fiestas de adultos, cuando bebían las mismas bebidas alcohólicas que bebían mis papás en las fiestas de adultos, cuando jugaban a ser los mismos adultos que eran mis papás, cuando ya me volvían loco las chicas de mi edad y sin embargo siempre estaba pensando en el futuro, en que, si ellas estaban dispuestas a estar conmigo –lo cual, gracias a mis bigotes y mi voz púberes, era relativamente frecuente–, tenían que ser perfectas: tenían que mostrar no guardar ninguna relación con todas esas cosas que no me gustaban, y generalmente bastaba que me dijeran que querían estar conmigo y que me cantaran una de esas canciones que todos bailaban en las fiestas, o que no supieran escribir sin faltas de ortografía, o que esperaran a que estuviera con ellas todo el tiempo, o que me dijeran alguna cosa dulce, o tan solo que nuestros apellidos sonaran a broma –una vez ocurrió con una chica cuyo apellido formaba la palabra compuesta “perezsosa”–, para que yo huyera despavorido, antes de dar el primer paso.

Soy un ser sombrío que iba solo al cine y que se escabullía a la mitad de alguna película de culto aburridísima y que luego tenía que huir de parejas homosexuales en La Condesa, cuando la UNAM estaba en huelga, y que tenía crisis nerviosas y que se masturbaba frenéticamente para lidiar con el estrés al descubrir que no sabía hacer otra cosa más que estudiar, y que acabó tomando un taller de creación literaria y conociendo a buenas personas interesadas en escribir, a las que también les gustaba embriagarse pero además fumar compulsivamente cigarrillos sin filtro y escuchar trova y recitar poemas de Mallarmé y de Jorge Cuesta y de Verlaine y de Xavier Villaurrutia, y que acabó hartándose de ellos, de su terrible necesidad de estar con mujeres, y que recibió una triste llamada telefónica desde una fiesta a la que no asistí en la que había una chica ebria que quería estar conmigo y que tenía una vida sórdida que yo no necesitaba en mi vida y que me suplicaba ir a la fiesta y que insistentemente me decía “¿Por qué no estás aquí?”, y que luego acabó escuchando a un tipo que estaba en la misma fiesta y que tomó el teléfono para decirme “Eres como un cuchillo que corta el aire”.

Soy un ser sombrío que luego fue conociendo a más chicas que tenían el perfil de la chica de la vida sórdida, y ellas querían que estuviéramos juntos y yo parecía repetir el ciclo de la pubertad y pensar en el futuro y encontrarles algo que no me gustaba y ahuyentarlas o huir antes de dar el primer paso, y ellas siempre decían que yo me veía como alguien translúcido y que ellas querían hacerme feliz.

En fin, soy este tipo sombrío, y lo sé ahora mismo, ahora que estoy en mis cuarenta y no tengo amigos, ahora que socializo porque debo hacerlo, ahora mismo que estoy escribiendo e improvisando porque nunca puedo escribir si tú ya despertaste.