domingo, 21 de enero de 2024

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Debí de ver esta película después de haber fumado marihuana, una noche entre semana, un jueves o un miércoles, cuando tenía un par de años de haber sido estrenada, y debí estar quedándome dormido, preguntándome por qué me sentía atado a una relación que agonizaba, por qué tenía que estar pasando casi toda mi vida en casa de los papás de mi novia, por qué tenía que soportar que el ex de mi novia estuviera presente casi todos los días en nuestra relación, por qué había echado todo a perder, por qué no había podido procesar de otro modo nuestra primera discusión, cuando ella me llamó por el nombre de él, por qué ya estaba tan obsesionado con el tipo que hasta lo soñaba, por qué ella no lograba sacarlo de su vida, por qué él hacía todo más complicado, por qué le gustaba causar lástima, por qué era tan inmaduro a pesar de ser más grande que ella y que yo, por qué el amor era tan destructivo, por qué el amor se parecía a una droga simple y dura, por qué me sentía como un adicto, por qué no era capaz de soportar una abstinencia de ni siquiera un par de días, por qué no podía salirme de ese triángulo enfermizo que era nuestra relación, por qué no había conocido a otras mujeres, por qué no tenía un parámetro de una relación que se iba al carajo, por qué no sabía que nadie muere por terminar con una relación, por qué no fui egoísta y pensé en mi propio bienestar, por qué esperé a que ella conociera a otro tipo y terminara conmigo, y que nos dejara definitivamente al ex y a mí, por qué no tenía perspectiva sobre las relaciones de pareja, por qué el amor tenía dos caras, por qué el amor era como una droga, por qué al principio era como un pequeño poema en prosa, por qué al final se convertía en un verso infernal y repetitivo y predecible que uno leía y toleraba nada más para evitar el síndrome de abstinencia, por qué me sentía tan co-dependiente y tan vulnerable y tan idiota, sin autoestima, atascado en una relación que agonizaba. 

Desde el primer momento, cuando ella volvió a sentarse a mi lado, después de meter la película –¿un DVD?– en el aparatejo –¿un teatro en casa?–, y la pantalla se puso en negro y luego los créditos y la música estallaron en mi campo visual y en mis oídos, algo me dijo que la experiencia no sería fabulosa, que esa forma de comenzar una película no era nada más extraña porque sí, que haber fumado mota no había sido una gran idea, que estaba mal ver, precisamente, esa película después de haber fumado marihuana. Me dio un acceso de tos.

Cuando me repuse, en la primera toma, después de que la cámara diera un giro vertiginoso, como un flashazo de un malviaje, y de que, por unos segundos, todo estuviera, a propósito, de cabeza, y todo pareciera ser visto desde los ojos de alguien que no está bien mentalmente, dos tipos ebrios –unos perdedores acostumbrados a la mala vida–, estaban en un apartamento, sentados en una cama, unos pisos arriba o unos metros cerca de un bar sadomasoquista para homosexuales al que vagamente se referían, y hablaban de cualquier trivialidad que no era realmente trivial para un par de borrachos, y luego, uno de ellos le confesaba al otro haber estado en la cárcel porque había abusado de su propia hija, y luego, el otro le decía que uno tenía que buscar lo mejor para sí mismo, y que eso la sociedad no lo iba a entender jamás, o algo así, y después el abusador cerraba la escena con una frase –El tiempo lo destruye todo– que me puso a pensar en mi propia vida –El tiempo lo destruye todo, El tiempo lo destruye todoEl tiempo lo destruye todo–, mientras se escuchaban unos gritos que provenían de El Rectum –ese bar sadomasoquista para homosexuales al que vagamente se habían referido–, y confirmé que algo estaba mal con esa película y que, si sobrevivía a la experiencia, acabaría odiándola o amándola.

La música –los mismos beats que iban al ritmo de mi respiración y de los latidos de mi corazón– me puso paranoico, quién iba a saber que un miembro de Daft Punk tenía esos beats infernales en su cabeza y que los había puesto en la banda sonora de la película, y la oscuridad de la sala de tv, y mi novia junto a mí, con su mirada fija en el televisor, y los resplandores del televisor iluminando esporádicamente el rostro de mi novia, y la atmósfera en la sala de tv que era similar a la oscuridad de las calles de París en las que transcurría la película –y mis sentimientos y mis pensamientos y mi paranoia–, todo, me hizo más consciente del ritmo de mi respiración y de los latidos de mi corazón. 

Estaba pasándola muy mal, y no habían transcurrido ni diez minutos. 

El personaje interpretado por Vincent Cassel abandonaba El Rectum en una ambulancia. Unos policías esposaban a Pierre, y lo metían a una patrulla. ¿Por qué? ¿Qué había llevado a este desenlace? ¿Por qué la historia iba de atrás hacia adelante...?

Una parte de mí, iba hilando la trama de la película, tratando de entender por qué Marcus y Pierre estaban en ese bar horrendo buscando a Le Tien, intentando descifrar quién era Le Tien, y otra parte de mí, intentaba descifrar quién era Alex, y por qué estaba yo allí, en esa sala de tv, viendo esa película, pasándola tan mal, con mi novia, en una relación que se estaba yendo al carajo, sintiéndome un tonto, un estudiante universitario que no sabía nada de la vida, que fumaba mota y que, por iniciativa de ella, veía muchas películas de culto –ella tenía una fijación por las películas violentas, le gustaba mucho Doberman, y también le gustaban Cassel y Bellucci–, y en la siguiente escena –la tercera o la cuarta, de atrás hacia adelante–, con los mismos beats infernales y con la cámara temblorosa, mostraba una persecución en el bar –Marcus y Pierre buscaban a Le Tien– y, después de varios altercados, terminaba con Marcus en el suelo, con un brazo roto, y a punto de ser violado, y luego, el cráneo de un fulano era destrozado por Pierre con un extintor. 

Cerré los párpados y apreté los puños. Me sentí sofocado. Una parte de mí, ya no quería saber más de la película. Pero otra parte, sí quería. Volví a abrir los párpados, me acomodé en el sillón, mi novia pasó a segundo plano, ya no tenía sueño, quería descubrir el origen de ese asesinato tan atroz. 

Pierre y a Marcus hablaban con unos matones y con unas prostitutas, Pierre y Marcus huían a toda velocidad en un taxi, Pierre era interrogado por unos policías, Marcus era abordado por Mahoud, un matón que le prometía, a cambio de dinero, encontrar a un fulano.

Pierre y Marcus estaban en una fiesta. Marcus bebía alcohol y consumía cocaína. Pierre le decía a Marcus que Alex también estaba en la fiesta. Pierre había sido novio de Alex. Alex salía con Marcus. Un ex metido en la vida de su ex. Una novia que no podía sacar de su vida a su ex. Alex bailaba en esa fiesta. Marcus seguía bebiendo alcohol y metiéndose coca. Pierre intentaba estar cerca de Alex y que Marcus dejara de drogarse. Alex hablaba con una chica embarazada y le decía que quería platicar con ella, porque tenía muchas cosas que contarle. Alex y Marcus discutían. Alex se iba de la fiesta. Pierre quería acompañarla a su casa, pero Alex se negaba.

Un túnel rojo. Una violación brutal. Alex con el rostro destrozado, en coma. 

Una charla irrelevante en una estación del metro. Pierre –el ex– está obsesionado con Alex. Alex no logra sacarlo de su vida. Pierre le hace algunas preguntas indiscretas a Marcus sobre su vida sexual con Alex.

Alex y Marcus en una cama. Alex le dice a Marcus que cree estar embarazada. Que soñó que estaba en un túnel rojo. Que a lo mejor soñó eso porque tiene un atraso, porque no “le ha bajado”.

Alex tumbada en un jardín, rodeada de niños. Lee una novela y parece feliz. Los niños corriendo entre los aspersores en el jardín.