domingo, 31 de enero de 2021

You know you're right



Me gustaría escribir sobre ti. Me acordé de ti por la mañana, mientras me tomaba un yogurt.
Recordé cuánto abrías la boca, cuando te tomabas tu yogurt en aquellos extraños seminarios de cada lunes y cada miércoles a las 7 am, en el Instituto de Psiquiatría. 

Abrías la boca descomunalmente. El mundo entero habría entrado en tu boca. 
Entonces vivía en Xola y me bastaba tomar el metro para llegar al Instituto. Me faltaban unos meses para concluir el doctorado y quedarme sin beca. Me faltaban unos meses para terminar de escribir mi tesis y me faltaba escribir dos artículos más como primer autor que ya no necesitaba para titularme. 

Sin embargo, este espacio será para escribir algunos detalles sobre la última canción de estudio que grabó Nirvana, el 31 de enero de 1994. Pero será otro día, hoy ya estoy cansado. Me he peleado con mi mujer por una tontería y estoy preocupado porque mañana, más o menos a esta hora, puede estallar la huelga en la universidad. Hace dos años, en la huelga más reciente, la situación fue muy difícil. Duró tres meses y tuvimos muchos problemas. 

jueves, 21 de enero de 2021

21 de enero del 21


 

Los ojos me arden, los párpados caen como dos pesadas cortinas de carne. 

lunes, 11 de enero de 2021

ese gol contra los daneses

Hace 25 años, estaba en primer año de prepa. Alrededor de las nueve de la mañana, estaba en una clase de alguna materia que probablemente me aburría —a pesar de que he intentado recordar cuál clase era, no lo he conseguido—, y mi mente ya visualizaba el partido de futbol que jugaríamos contra los compañeros del grupo con el que tomábamos Ética, en cuanto terminara la clase.

Casi la única razón por la cual asistía a la escuela era el futbol. Todos los días jugaba entre 4 y 5 horas. Mis compañeros y yo jugábamos entre clases, nos saltábamos clases para jugar futbol y jugábamos futbol al final de las clases. 

Nos llevábamos bien con los compañeros de ese grupo —en ese grupo había una chica que me gustaba— y nos los encontrábamos con frecuencia en las canchas. A veces incluso acordábamos vernos a cierta hora, para jugar. 

Entre ellos, había un chico que tenía un televisor de baterías portátil. En cuanto salimos de la clase y nos reunimos en el campo de futbol de la escuela, él encendió su televisor y nos dijo que Luis García acababa de anotarme a Dinamarca en El Estadio Rey Fahd. 

Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. 

domingo, 3 de enero de 2021

otro domingo agoniza


Estoy despierto desde las nueve de la mañana, sin poder ignorar esta tristeza que me tritura el corazón y que anega mi mente como una neblina contaminante. He pasado toda la mañana intentando escribir y simplemente ninguna palabra y ninguna oración me convence. Cada palabra y cada oración que he escrito me han hecho sentir culpable. Debería estar leyendo –sí, en domingo– el libro de texto de la clase que impartiré el martes. Durante estas dos semanas de vacaciones, también estuve trabajando, pero nunca me siento lo suficientemente preparado. 

Trato de enfocarme seriamente en estos sentimientos, pero siempre hay ruidos y necesidades burdas que deben ser prioridad. Escucho el mismo programa de televisión que mi esposa ha estado viendo desde hace mil años y quisiera desintegrarme. Somos tan triviales. Hagamos lo que hagamos, no dejaremos de dejar de comer ni de dormir, ni de hacer todas las cosas que todos los seres vivos necesitamos hacer para mantenernos vivos. 

El domingo agoniza.

La tristeza que me tritura el corazón es como un dolor de muelas y como un zumbido en las sienes. También es como un hueco en el estómago y como el cansancio que aparece después del llanto inconsolable. También me hace sentir hiperalgésico y también me hace desear con las pocas fuerzas que tengo convertirme en música escandalosa que fluya como una cascada de melancolía y que sea capaz de quebrar los vidrios de mi existencia. 

La tristeza también es nostalgia y frustración. Cada vez que se acercan las festividades de fin de año, me prometo que escribiré ociosamente al menos un par de relatos sobre todos los temas que me dan vueltas en la cabeza cuando estoy ocupado, pero, cuando llega el momento, mi cabeza y mi corazón suelen estar en otra parte, y entonces se acaban las vacaciones y no escribí ni un sólo párrafo de nada.  

Son las dos y media de la tarde del primer domingo del 2021 y presiento el primer lunes del 2021 y también presiento el regreso a las actividades laborales del 2021. Me gusta mi trabajo –hago lo que me gusta hacer y me siento privilegiado–, pero es incierto, y la incertidumbre me lleva a ver cada día como el primer minuto de mi muerte. No tengo una plaza indeterminada y ya no soy tan joven. Si mi contrato como profesor investigador se termina con este año que comienza, no sé a qué podría dedicarme el resto de mi vida. Trato de no pensar en el más allá, pero es imposible, y acabo pensando en qué será de mí en diez o veinte años. Ni siquiera tengo hijos, ni mucho menos una cuenta bancaria con suficiente dinero para vivir mi vejez. Pensar en la jubilación es una utopía.  

El domingo agoniza.