martes, 23 de febrero de 2021

alfiler


El domingo agonizaba
Mi cuerpo también agonizaba
Mi cerebro recordaba aquellos tiempos terribles
Antes de que me abrieran en canal en un quirófano
Antes de que el anestesiólogo me hiciera contar de atrás hacia adelante
Antes de que tuvieran que suturar una porción de mi esófago con mi estómago 

Cuando bastaba un pequeño trago de cualquier bebida con azúcar
Cuando bastaba una pequeña mordida a una rebanada de pizza
Cuando bastaba un pequeño sorbo a un vaso con jugo de naranja
Cuando bastaba una pequeña mordida a una hamburguesa
Cuando había olvidado qué era el placer y tenía que comer como astronauta

De pronto llegaste y tu presencia entró en mis ojos como un alfiler

lunes, 22 de febrero de 2021

19 de febrero de 1995


Esta mañana me desperté con deseos de escribir en este blog. Antes de levantarme de la cama, antes de que los gatos se dieran cuenta de que ya había despertado, antes de que comenzaran a pedirme que les diera su desayuno especial de cada mañana y antes de postergar hasta el último minuto la incontrolable necesidad de orinar de cada mañana, había estado pensando escribir sobre el concierto de Caifanes del domingo 19 de febrero de 1995. 

En este momento tengo casi tres horas despierto, ya les di su desayuno a los gatos, ya me bañé, ya me vestí, ya escribí algunos datos en mi agenda y en mi libreta personal y ya contesté varios correos del trabajo. Aunque el deseo de escribir sigue presente, el impulso que sentía cuando estaba a punto de levantarme de la cama ya está desvaneciéndose. No sé si es algo común entre las personas que escribimos, pero, en mi caso, si sigo mis impulsos para escribir, en el momento en que aparecen, puedo escribir horas y horas sin parar; sin embargo, si debo ignorarlos o aplazarlos por alguna razón, luego, cuando intento escribir, no llego a ninguna parte. Tampoco sé si es algo común entre quienes escribimos, pero, en mi caso, parece que puedo escribir con más fluidez cuando está amaneciendo o cuando está anocheciendo. Creo que necesito sentirme un poco aislado o que todos estén dormidos o a punto de dormirse, para encontrar el camino

Ahora ya ha amanecido, los ruidos de la casa y del vecindario ya están inundando esta recámara desde la que escribo sentado frente a la computadora, y estoy perdiendo de vista cuál era la intención de escribir en este blog. 

Cuando estaba en la cama planeando escribir, también estaba recordando que el viernes pasado se cumplieron 26 años de este concierto de Caifanes y también estaba recordando que mi vida hace 26 años consistía en jugar futbol todos los días con mis compañeros de la preparatoria. Aunque tomaba mis clases, casi mi única prioridad era jugar futbol. Estaba harto de haber sido un estudiante excelente (había tenido una beca en la primaria y había renunciado a la beca en la secundaria) y me resultaba muy impresionante tener la libertad de vestirme como me diera la gana y de traer el cabello como me diera la gana. Hasta entonces había tenido que usar uniforme y traer el cabello corto. 

Mientras pensaba en mi vida de hace 26 años, recordé cuánto me gustaba jugar futbol. También recordé lo fácil que me resultaba jugar futbol –incluso podía dar pases tan precisos y podía hacer tiros tan precisos que me cuesta trabajo creer que llegué a ser tan hábil– y también recordé lo torpe que me sentí cuando quise probarme en el equipo de futbol de la preparatoria. Alguna tarde jugamos en la cancha de la escuela y después de algunos minutos me quejé porque nadie me daba el balón y entonces uno de los entrenadores que también estaba jugando en el equipo en el que yo estaba me escuchó y me dio un pase casi de inmediato y me dejó solo frente a la portería rival y yo ni siquiera pude patear el balón porque un contrincante me lo quitó. El juego era muy rápido y yo me sentía tan torpe que ni siquiera podía tomar el balón y dar un pase corto. La velocidad de los jugadores me hacía sentir de un nivel muy inferior al de ellos. Este contraste entre la facilidad que tenía para jugar futbol con mis amigos y las dificultades que sentía para jugar con jugadores más hábiles, incluso me ha perseguido a través de los años y he tenido pesadillas en las que juego futbol y no puedo ni siquiera mantenerme en pie y patear el balón con fuerza. 

El concierto debía comenzar al mediodía, pero fue gratuito y lo organizó Grupo Radio Centro. Estuvieron anunciándolo por varias estaciones de radio. Ocurrió en la explanada de la Delegación Venustiano Carranza. Estaba planeado que comenzaría Yo acababa de entrar a la prepa en agosto del '94 y desde septiembre u octubre de ese año había estado escuchando El Nervio del volcán. Nadie sospechaba que ese álbum que había sido lanzado al mercado en el verano, sería el último en el que tocarían juntos Alejandro Marcovich, Alfonso André y Saúl Hernández. 

Hace 26 años otras de mis prioridades eran escuchar música y escribir. Un compañero de la prepa me había grabado El Nervio en un cassette y algunas canciones como “Afuera”, “Miedo” y “Aquí no es así” sonaban frecuentemente en la radio. De lunes a viernes pasaba por la Delegación dos veces al día, de ida a la prepa y de regreso a la casa de mis papás, y al menos una vez a la semana mis primos iban a la casa de mis papás. Mi prima iba a cumplir quince años en 1995 y ella quería tener una fiesta tradicional de XV años y a todos nos habían obligado a ser sus chambelanes y ensayábamos el vals algún día entre semana...