martes, 28 de noviembre de 2023

subterranean homesick alien (instrumental version) | molotov cocktail piano

Tengo los pies fríos, la cabeza me duele, es como si estuviera sumergido en una tina con hielo, y al mismo tiempo mis globos oculares son una pelota ardiente, y mi garganta es un túnel incendiándose, y tengo varios kilos de ropa encima, y apenas puedo moverme, y todo me duele; siento que mis extremidades inferiores y superiores son ligas estiradas al máximo, como me imagino que se siente pisar una bomba en un camino minado, y volar en pedazos dolorosos en los confines de un campo de exterminio..., y mis coyunturas son cables de alta tensión que en cualquier momento harán corto circuito. 

Tengo el cuerpo cortado, apenas puedo respirar, soy un animal que agoniza, soy una rata de laboratorio que va volviendo a la realidad, después de haber recibido una dosis letal de pentobarbital, a la que el pasante de licenciatura no sólo no le administró bien el pentobarbital sino que no decapitó bien; soy esa pobre rata de laboratorio que jadea y que agoniza, con la mitad del cerebro cercenada, y que pide clemencia, que resuella, que lanza sus estertores y que le suplica al pasante de licenciatura que acabe ya con el sufrimiento; soy ese individuo al que un malnacido le ha abierto la garganta de par en par, en un callejón oscuro, soy ese individuo que se desvanece poco a poco y que se despide de este mundo y que está ahogándose con su propia sangre. 

Apenas puedo moverme con tanta ropa encima, y toso y estornudo, y moqueo y escupo, y sorbo mis mocos y me trago mis flemas, y mis pulmones suenan a estertor, a resuello, a jadeo, a agonía..., y me duele mucho la cabeza, pero no tengo fiebre, lo que sí tengo son casi 140 h en abstinencia de nicotina y casi 6 días enfermo, y durante estos casi 6 días no sólo no he fumado, sino que me he tomado los medicamentos que me recetaron, pero cada día me siento peor. 

¿Es éste el fin? 

Puse “Subterranean Homesick Alien” cuando comencé a escribir estas líneas, después de darme dos o tres disparos de Afrin Lub, y el ataque de tos es ya inminente, y la vorágine de flemas que ascienden desde mis pulmones hasta mi esófago son ya inminentes, y un breve episodio de ansiedad, provocado por un breve episodio de asfixia, es ya inminente..., y un calambre letal, que es un escalofrío como esos incontrolables latigazos que preceden al vómito, me recorre toda la piel: desde la punta de los dedos de mis pies fríos, hasta mi cabello más largo..., y sé que todo estará peor mañana, aunque me diga a mí mismo que no puedo ponerme peor. 

Ni siquiera me siento libre dentro de mi propio cuerpo, me siento físicamente esclavizado a los kilos de ropa que traigo encima –los kilos de ropa son cadenas que me atan a la cama, y la cama es la plancha de un quirófano o un lecho de muerte de piedra–, y tanta ropa (y tantas cadenas) me impiden moverme y acostarme y sentirme un poco cómodo (nada más durante unos cuantos segundos, por favor), y no quiero estallar, no quiero encabronarme, no quiero resistirme a toser y no quiero resistirme a levantarme de la cama para orinar, y no quiero reparar en el amargo sabor a medicamentos que tengo en el paladar, y no quiero ponerme nostálgico, pero ¡cuánto añoro la primavera y el verano!, ¡esos días en los que puedo andar ligero de ropa y quedarme dormido en cualquier lugar, y despertarme en cualquier momento de la madrugada, o cuando va amaneciendo!, y cuánto extraño caminar descalzo hasta el baño y sentir que el calor de la vida se me mete por los poros... 

Cuando hace frío, hasta para dormir hay que ponerse ropa caliente –calcetas, pantalones, suéter, gorro, guantes– y hay que preparar ropa caliente en la cama y a veces hasta hay que encender un calefactor. Nada de esto es práctico. No quiero entrar en discusiones con la gente que ama el frío, pero, ¿por qué no tenemos tanto pelaje como los osos de la Antártida...? 

Cuando hace frío, incluso levantarse de la cama, nada más para ir al baño, es una odisea.

Cada día que pasa me siento peor. 

El miércoles, hace casi una semana, me salí a la terraza a fumarme un Camel, y llovía y hacía mucho viento, y, de inmediato, sentí un escozor en la garganta, y repetí mi mantra –Siento un escozor en la garganta, espero no enfermarme, y el jueves por la mañana desperté con un ataque de tos pero fue pasajero, incluso salí a la calle, y en la calle hacía mucho frío y el escozor iba y venía, junto con las flemas, pero nada con lo que no pudiera lidiar. Al volver a la casa, me tomé un paracetamol y un ibuprofeno, y me tumbé en la cama. 

El viernes, comencé a tomar ambroxol y loratadina, y me sentí un poco mejor que el jueves –hasta creí que ya había pasado lo peor de la enfermedad–, pero, en la madrugada, tuve un ataque de tos que me levantó de la cama.

El sábado, durante la mañana y la tarde, me sentí mejor que todo el viernes –incluso se me antojó un Camel–, pero pasé una noche fatal: los ataques de tos me despertaron a la una, a las dos, a las tres, a las cuatro y a las cinco de la mañana... 

El domingo continué con el tratamiento y salí un rato a tomar el sol y me puse a leer a Knausgård en la terraza, y estuve 40 minutos o algo así, y hacía un poco de viento, y luego, por la noche, ya me sentía peor: muy débil, muy cansado, con el cuerpo cortado..., y pasé una noche regular, sin tantos ataques de tos como los del sábado, pero el lunes, en cuanto puse un pie fuera de la cama, sentí la nariz tapada, un cúmulo de flemas precipitándose desde mis pulmones hasta mi garganta, los ojos hinchados, y todo el cuerpo cortado, como si alguien me hubiera hecho pedacitos con un afilado cuchillo de carnicero.

En fin, el lunes me sentí mucho peor que todos los días anteriores. 

Y, por la noche del lunes, dejé de tomar ambroxol y loratadina, y empecé a tomar celestamine, amoxicilina y dextrometorfano, y, en fin, hoy, martes, me siento peor que ayer y que todos los días anteriores: ya hasta tengo mocos y de pronto la moquera coincide con un ataque de tos, y entonces las flemas, que ascienden desde los pulmones, y los mocos, que descienden desde los cornetes nasales, convergen en mi garganta y ¡es un horror! y no puedo respirar y me pongo ansioso..., y, de la nada, mientras lamento mi suerte y me pudro en la enfermedad y me aborrezco y visualizo una noche más del carajo y que mañana voy a sentirme mucho peor que hoy, me llega a la mente el dulce perfume que te ponías hace más de 20 años, cuando nos veíamos una que otra vez, cuando recorríamos las calles de la ciudad y nos metíamos a cines y a tiendas de discos y a cafeterías, mucho antes de que conociera a mi esposa y mucho antes de que te pareciera tan intolerable la vida como para que acabaras con tu propia vida.

Qué insignificante soy. Qué insignificantes son mis preocupaciones.

Esta sensación de asfixia, de sofocamiento, esta impresión de estar a punto de morir por falta de aire, de que mis pulmones son un par de globos que alguien ha pinchado, y, sin embargo, tener en la mente el dulce perfume que te ponías hace más de 20 años, es muy extraño, una anomalía, mi forma de delirar, de estar más cerca de la muerte que nunca antes, es como salir a la superficie después de haber estado buceando incansablemente, llevando los pulmones al límite, tostado por el sol, deshidratado, a instantes de morir en un punto perdido del océano.

¿Es éste el fin?

viernes, 24 de noviembre de 2023

escozor

La oscuridad va cediendo su lugar, me anega la luz de este viernes frío y pálido, me visualizo poniéndome calcetines y suéter nada más para salir a la superficie, nada más para salir de debajo de las cobijas, nada más para abandonar la cama y pudrirme con el viento de cada segundo de la vigilia. 

Carraspeo. Me veo a mí mismo como un alienado, como alguien que no pasa su día frente a la tele, pero que igual está alienado por sus vicios y por su falta de control; como alguien que está poseído por su neurosis y por su procrastinación. Me pregunto por qué no he escrito nada que me guste en las últimas semanas. Todo lo que he hecho es comenzar a escribir varias cosas, pero no he terminado de escribir nada. Supongo que soy un desertor y que esta insatisfacción se relaciona con estar leyendo una novela que no me gusta para nada. Siempre que leo algo que no me gusta, me cuesta más trabajo escribir.  

Me desperté a las 2 am, el escozor de esta enfermedad que contraje hace dos noches me sacó de un sueño, el sueño no era tan malo, era uno de esos sueños que no le puedes contar a tu pareja, era un sueño en el que estaba con una conocida que realmente no me atrae pero que me atraía en el sueño, nada del otro mundo, pero era un sueño que me hubiera gustado soñar completo; luego me volví a acostar y me sentí febril, como cuando bebo en exceso y tengo resaca a la mañana siguiente, en cualquier momento de la madrugada en el que me despierto, pero ahora fue diferente, la resaca también es una enfermedad pero es más transitoria que el escozor en la garganta.

Ahora sólo pienso en que hace dos noches comencé con molestias en la garganta; a que, entre otras cosas, se debe a que, desde hace seis meses, o algo así, fumo otra vez y a que ayer, al volver de la calle, me salí a fumar a la terraza y hacía mucho frío y llovía, y a que de inmediato sentí un escozor en la garganta.

Quiero escribir sobre este malestar para tomarlo como referencia en el futuro, para recordarme que no debo fumar. Durante los ocho años que estuve en abstinencia de tabaco, sin contar la otra enfermedad que me llevó a muchos consultorios médicos y al quirófano, no me enfermé más de tres veces. En lo que va del año, ya me enfermé cuatro veces, a pesar de que corro entre 20 y 30 km por semana. 

domingo, 19 de noviembre de 2023

quería escribir sin prejuicios

los pájaros trinan, mi glucosa está por los cielos, estoy despierto desde hace una hora, apenas van a dar las siete y media de este domingo, ayer logré controlarme y sólo me fumé la tercera parte de un cigarrillo, llevo varias semanas controlándome y una botella de Jim Beam me duró poco más de un mes, ya no quiero fumar, ya no quiero emborracharme hasta perder la razón, ayer corrí 10 kilómetros, este mes sólo he salido a correr siete mañanas, algunos días han estado muy pesados, en esta semana salí a la CDMX y estuve en un programa de radio, me levanté de la cama hace treinta minutos, quería escribir sin prejuicios, sin sentirme vigilado por mi propia consciencia, sin estar sobre analizando cada párrafo que escupe mi mente adormilada sobre el teclado de la computadora, pero me distraje en las tonterías de siempre que forman parte de mi rutina diaria, y me perdí varios minutos en una publicación irrelevante de Facebook, en pensar con cuáles palabras quería recordarle a esa persona que me robó un libro, que no se me olvida que me robó un libro, sólo quería escribir, pero no sobre estas tonterías de Facebook y del ladrón (o ladrona) de libros, sino sobre otras cosas, quería escarbar en las profundidades de mis recuerdos recientes, como cuando no salía a correr por las mañanas y me levantaba muy temprano y vivía en otra casa en la que siempre hacía frío, y encendía la computadora y hacía un reguero y escribía con más frecuencia en alguno de mis blogs, o como cuando vivía en el departamento del quinto piso de un edificio y lo que hacía cada domingo, a primera hora, era ponerme a escribir en alguno de mis blogs, generalmente sólo escribía tonterías, no leía mucho, no me gustaba mi vida, no me gustaba ese departamento, lo que escribía era un tedio, casi como esta publicación irrelevante de Facebook que me hizo perder el tiempo, hoy sólo quería escribir sin prejuicios, descubrir por qué tengo esta sensación de haberte soñado, de haber visto tus manos muy de cerca, de haberme perdido en su superficie blanca, de haberla encontrado frágil y envejecida, como una vajilla rota de porcelana, de haber tenido la impresión de que necesitabas ayuda, de que aborrecías tu vida, de que por eso me pasabas suavemente tus manos por encima de mis manos y me echabas una mirada triste, como si quisieras que yo entendiera entre líneas que deseabas fundirte conmigo en un contacto íntimo, porque nuestras manos unidas no representaban nada secreto, eran lo que eran, como ese relato en el que escribí sobre ti, en el que eras la protagonista y estabas triste y aborrecías tu vida y sólo querías olvidarte de todo