Me desvelé. No pude dejar de ver Los Soprano. Estoy en esa temporada en la que Tony vuelve al consultorio de la Dra. Melfi, pero los papeles se han invertido: ahora la psiquiatra es quien necesita de Tony. Cuando la serie estaba en el aire, hace más de quince años, las cosas eran muy distintas, ni siquiera había conocido a mi esposa, ni siquiera había ingresado al doctorado, aún vivía con mis papás, no tenía dinero ahorrado en el banco, no tenía tarjeta de crédito. Todo mundo veía a Los Soprano, decían que era una serie buenísima, pero la pasaban por HBO y no teníamos HBO en la casa. Y sin embargo, algunos DVDs de Los Soprano aparecían en los rincones de la casa de mis papás. Le gustaban a la novia de entonces de mi hermano el baterista, ella y yo al principio de su relación nos llevábamos bien, se veía una buena chica, que se llevaba fantástico con mi hermano el baterista, pero, eventualmente, fui descubriendo su verdadero yo, en una fiesta bebimos más de la cuenta y se puso a pelear con mi hermano el baterista, creo que hasta lo quería golpear, y luego, cuando conocí a mi esposa, se convirtió en una persona más horrible, hablaba mal de mi esposa, hablaba mal de mí, en fin.
El punto es que tenía prejuicios hacia Los Soprano, pero resultó ser una de las series favoritas de uno de mis autores favoritos –El Menonita Zen– y le di una oportunidad, por X o por Y nunca podía pasar de los primeros dos capítulos, pero un día me enojé con mi esposa, ella me aplicó la ley del hielo y entonces me senté a ver casi toda la primera temporada y pensé que Tony y yo teníamos muchas cosas en común, claro, cuando necesitaba la ayuda de la psiquiatra, de la Dra. Melfi.
Y esto no es lo importante, sino que me desvelé, que me acosté después de la medianoche viendo Los Soprano, que tuve varias pesadillas, que presentía que el lunes no sería un buen día, que la historia de la academia se repetiría, que todos los concursos están amañados, y me puse a escribir en mi diario sobre todos estos pensamientos después de la medianoche, y encontré cierto alivio, pero hoy, mientras tomaba un seminario por Zoom con unos colegas y la ponente hablaba sobre el C-PAP y la respiración, sólo pensaba “¿por qué a mí?, ¿por qué siempre tengo que hacer cuatro o cinco veces, todo?, ¿por qué nadie me regala nada?”, y acabo de leer algo que dijo Eddie Vedder en alguna entrevista de los noventa, algo sobre cómo vivir en condiciones desfavorables hace que tengas más recursos para sobrevivir. Y quizá tengo que tomarlo al pie de la letra. Tengo un súper CV, pero eso es lo de menos: lo importante es tener influencia en la gente influyente. Creo.
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