domingo, 11 de octubre de 2020

Black Market Music (2000)

Soñé que escuchaba este álbum que hace un par de días cumplió 20 años, y en ese sueño tú y yo éramos jóvenes como hace 20 años, pero yo tenía más confianza en mí mismo y por consiguiente me daba igual si te quedabas conmigo y si lograbas resolver tus ciclos pasados, o no. 

Soñé que tu ex continuaba presente en nuestra relación y que aún lo veía como un pobre diablo que te chantajeaba y que me hacía rabiar con su actitud Cobra Kai de niño de los ochenta, y soñé que él te rogaba que volvieras y que me dejaras, y tú lo tomabas en serio mientras yo lo veía causar lástima por todas partes y mientras yo lo escuchaba amenazarte con suicidarse o con secuestrarme con sus amigos idiotas para hacerme sufrir como él sufría –me parecía un sujeto más patético, más ridículo y más insignificante–, y, a diferencia de la realidad de hace 20 años, tú me parecías menos atractiva y tenías una influencia casi nula en mis decisiones. 

Soñé que traía puestos unos audífonos y que escuchaba Black Market Music en el walkman que compré con mis ahorros en Plaza Meave, y soñé que ese álbum acababa de comprarlo en el tianguis de la Colonia Vicente Guerrero que solía visitar contigo algunos martes o jueves, y en el sueño sabía que lo escuchaba mucho y sabía que, sin embargo, sus canciones aún no formaban ninguna asociación con ningún momento particular de mi vida. 

El sueño terminó de repente. Creo que querías ofrecerme una disculpa o que esperabas que yo le ofreciera una disculpa a tu ex o que tu ex quería que fuéramos grandes amigos.

No recuerdo dónde compré mi ejemplar de Black Market Music –debió de ser en esa extraña tienda a la que llamábamos “Garage Olimpo” y que tenía varios pisos y que quedaba cerca de Tlalpan, a una cuadra del Instituto de Psiquiatría, justo enfrente de la gasolinera en la que hacía parada el RTP que iba al Reclusorio Sur–, pero sí recuerdo que hace 20 años más o menos ya escuchaba ese álbum en el walkman y que solía grabar en cassettes otros álbumes completos o canciones de diversas bandas que me gustaban y que solía grabarlos en el minicomponente Aiwa que mi papá me había regalado por haber concluido mis estudios de licenciatura.

Recuerdo que la música hacía más tolerante esos larguísimos recorridos desde Pantitlán hasta Xochimilco que hacía cuando iba a tu casa, o cuando te acompañaba a tu casa y volvía a la casa de mis papás. Recuerdo que cuando volvía de tu casa, debía tomar otro camión RTP que tenía su base a unas cuadras de un deportivo muy popular en Xochimilco y que ese camión RTP también hacía paradas exclusivas y que generalmente tardaba entre 30 ó 40 minutos en pasar y que generalmente estaba atestado de numerosas familias que iban al Metro Constitución o a Cuemanco o a La Glorieta Vaqueritos.

El trayecto era de casi dos horas cuando había mucho tráfico, y tenía que hacerlo varias veces a la semana –incluso en días feriados o en domingos, en los que, obviamente, habría preferido quedarme en la casa de mis papás y no salir a ningún lado para ponerme a leer o a escribir– y odiaba pasar tantos minutos de mi vida en un camión, y también odiaba tener que acompañarte a tu casa todos los días –y sin embargo nunca te lo dije, porque me gustaba cuidarte– y también odiaba tener que subir hasta tu casa y despedirte en la entrada de tu casa –generalmente me quedaba a comer, pero recuerdo sobre todo una ocasión en la que te hice enojar y me cerraste la puerta en la cara–, y obviamente también odiaba tener que volver a bajar desde tu casa hasta la avenida y tener que cruzarme con los vagos que siempre me decían cosas soeces y también odiaba tener que esquivar a ese perro que siempre me ladraba y perseguía, y también odiaba tener que tomar otro camión que me llevara hasta la parada del deportivo muy popular por la cual pasaba el RTP que me llevaba de vuelta a la casa de mis papás, y odiaba tener que esperarlo 30 ó 40 minutos y después de más de una hora finalmente llegar a la casa de mis papás y apenas tener tiempo para grabar canciones de distintos álbumes, o canciones de distintas bandas, en cassettes.

Recuerdo también una ocasión en la que te hice enfadar (seguramente por quejarme de la constante presencia de tu ex) mientras tus papás nos llevaban a algún lugar en ese enorme automóvil color verde de los setenta que tenía tu papá, y recuerdo que aprovechaste unos minutos en los que ellos tuvieron que estacionarse en algún sitio y bajarse a comprar algunas cosas para mirarme con tu peor mirada de odio y decirme que no sabías por qué seguías conmigo, si yo no era ni simpático ni guapo ni millonario.

Recuerdo haber escuchado cómo estallaba mi corazón en mil pedazos de rabia y de impotencia, y recuerdo haberme sentido un imbécil sometido a tu voluntad, y recuerdo haberme mordido la lengua y haber apretado los puños y haber tenido que actuar como si nada pasara cuando tus papás volvieron al auto y haberme sentido patético y humillado y haber sido incapaz de usar cualquier pretexto para bajarme del automóvil y echarme a llorar en la calle mientras caminaba a ninguna parte. 

Recuerdo haber sentido cómo toda mi sangre hervía como una caldera de emociones y recuerdo haberme sentido miserable e incapaz de mandarte al diablo a ti y a tu ex, y ahora, mientras aporreo el teclado de la Mac y escucho todas estas canciones y todas estas emociones me anegan y mientras la voz de Brian Molko me transmite una sensación de nostalgia y de vértigo, cada una de las canciones me remonta a distintos momentos de hace 20 años y me parecen eventos de una vida que sería incapaz de volver a tolerar, y sin embargo echo de menos ciertas cosas, tales como mi salud física (mi salud mental definitivamente no era la mejor) y la energía que tenía para sufrir y dañar mi cuerpo con tabaco y otras drogas, y también la música me hace aborrecer esa enfermiza co-dependencia y aborrecer a ese pusilánime otro yo que apenas tenía dos o tres horas diarias a solas (que eran insuficientes para reflexionar y para escribir todo lo que pensaba) y que empleaba exclusivamente para grabar los cassettes que escuchaba en esos monótonos y largos recorridos de tu casa a la casa de mis papás.

No sabes cuánto aborrezco a ese pusilánime otro yo que ni siquiera tenía tiempo para leer.

Ahora recuerdo que no sólo discutíamos cuando acompañábamos a tus papás a alguna parte, sino que lo hacíamos casi todos los días y que casi todos los días de nuestras vidas aparecía tu ex y tú me decías que preferías estar con él que era “el original”, en lugar de estar conmigo, que era “su copia”, y también recuerdo que sin embargo no me sentía ni cansado ni nauseabundo como me siento 20 años después, cada vez que el vacío en mi estómago o las terribles ganas de orinar me despiertan y no me dejan dormir. 

También recuerdo aquella ocasión en la que fuimos al cine y nos tomamos un café y me sentía extrañamente tan seguro de mí mismo y extrañamente tan feliz contigo que pensé que podría vivir así el resto de mi vida y que entonces se me ocurrió preguntarte si te casarías conmigo, y recuerdo que entonces te pusiste muy seria y que le diste un sorbo a tu café y que después me dijiste que definitivamente no lo harías, y yo pensé en todas esas ocasiones, casi al principio de nuestra relación, en las que tú eras quien hablabas de nuestro futuro juntos y me sentí totalmente devastado y estúpido.

Recuerdo que trataste de ser diplomática, pero era evidente que estabas allí conmigo porque no tenías otra cosa mejor que hacer ese día y porque temías profundamente quedarte sola, y recuerdo que, justamente, en el largo recorrido de vuelta a la casa de mis papás me puse a escuchar por primera vez con atención “Passive-agressive” y que me puse a pensar que yo jamás podría ser –ni quería ser– esa clase de hombre con el que querrías compartir tu vida. 

Recuerdo que cerré los párpados y que quise llorar y bajarme del RTP y que quise mandar todo al diablo, pero que simplemente me quedé inmóvil y que reproduje una y otra vez esa canción, y que me sentí frustrado porque era imposible mandarte al diablo y no volver a saber de ti ni de tu ex, pues tenía que verte todos los días en el laboratorio en el que corríamos los experimentos de nuestras tesis de licenciatura.

Luego volvimos a reconciliarnos y compramos boletos para un festival en el que tocaría Placebo e hicimos planes, pero al final decidiste ir al concierto con tu ex y yo me la pasé de pie a unos treinta metros del escenario preguntándome dónde estarías escuchando a la banda y sintiéndome tan fatal que acabé saliéndome del festival mientras sonaba “Where is my mind?”, y me recuerdo caminando afuera del Foro Sol en busca de un taxi, odiando haberte conocido y sintiéndome inútil e incapaz de escribir nada al respecto.

Casi todos los días me odiaba y me sentía incapaz de conocer a otra mujer y me sentía incapaz de volver a enamorarme de alguien y me sentía incapaz de interesarle a alguien, y simplemente deseaba regresar a la casa de mis papás y volver a mi recámara y encerrarme y tumbarme en la cama a leer o a sentarme en el escritorio y ponerme a escribir sobre todas las cosas que hacía diariamente y sobre cómo me hacía sentir estar en una relación absurda. y a imaginar cuánto tiempo tardaría en decidirme a decirte que no tenía ningún interés en contemplar cómo eras incapaz de cerrar ciclos.

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