jueves, 9 de abril de 2020

Jueves Santo


Tratas de concentrarte en la lectura de un artículo que tiene tanta información y tantos experimentos control, que ya no sabes cuál es su propósito, y tu esposa envía mensajes de whatsapp a su hermana médica desde la otra habitación, porque ha tenido algunos síntomas de resfriado desde el martes –justo como tú, hace tres semanas– y porque el lunes ella tuvo que salir al supermercado con todas las precauciones de seguridad que han recomendado las autoridades sanitarias del país, mientras tú estabas en una junta académica por Skype que duró casi cuatro horas y en la que te sentiste desplazado porque no te parece apropiado trasladarte en estos momentos en transporte público, durante tres horas consecutivas, desde tu casa en Lerma hasta el bioterio de la UPEAL en la Ciudad de México para correr experimentos antes de las dos de la tarde.

Te sientes un irresponsable y no puedes ignorar el click click click de las teclas que presiona tu esposa en su teléfono celular mientras le informa a su hermana cómo ha despertado hoy –también tiene problemas de hipertensión y todos los días se toma la presión– y el sonido te distrae y te molesta, pero en el fondo, eres incapaz de ignorar el sonido porque es una forma de encauzar la incomodidad que te causa la falta de sentido común que detectas en tus colegas que quizá esperan que en estos momentos de contingencia sanitaria te mudes indefinidamente a la Ciudad de México, que te hagas cargo de los gastos de dos casas al mismo tiempo y que además de correr experimentos trabajes en todo lo que trabajas diariamente.   

Aunque estás seguro que tu esposa no hace ruido con la intención de distraerte y de molestarte, no puedes dejar de sospechar de que se trata de una conspiración para que no seas capaz de avanzar con la lectura del texto, y luego te preguntas, mientras haces un esfuerzo por ignorar el sonido y enfocarte en el párrafo que estás leyendo, por qué eres tan neurótico y tan ridículo y por qué preferirías que ella mandara mensajes de texto en silencio.

Tal vez es una forma de ignorar el hecho de que ella es una persona vulnerable y que su salud está en riesgo y que tú no pudiste salir al supermercado el lunes en su lugar por encontrarte en un reunión académica, y también quizá es una forma de ignorar el hecho de que nada de esto habría ocurrido si en lugar de pagar rentas durante más de diez años y en lugar comprar guitarras eléctricas y libros y música, te hubieras comprado un maldito automóvil como toda la gente para así no tener que depender de otra persona que tiene automóvil que sabemos que no ha salido a la calle en estos días.

Es un asco.

Tomas un poco de aire y te acomodas otra vez en la silla frente al escritorio y nuevamente tratas de concentrarte en la lectura de ese artículo, cuando uno de los gatos llega a la habitación maullando como si hubiera pasado toda una semana en ayuno, a pesar de que hace menos de una hora y media te levantaste de la cama y que lo primero que hiciste fue darle de comer sardina de unos sobres especiales que les das a todos los gatos por la mañana y por la tarde, todos los días, y te inquieta su comportamiento, porque siempre tiene comida disponible ad libitum y él es el único que parece estar hambriento todo el tiempo; y te preguntas por qué sufre tanto y si tú tienes la culpa por consentirlo tanto y acostumbrarlo a comer más de lo que necesita, y, curiosamente, caes en la cuenta de que estás leyendo justamente un artículo que habla del impacto del ayuno prolongado sobre la longevidad y la morbilidad en modelos animales. 

Luego, te rindes y comienzas a aporrear el teclado de la computadora, y cuando comienzas a tomar un ritmo para desahogarte de todas estas frustraciones y preocupaciones, tus tripas comienzan a gruñir y te duele ser un animal después de todo y no ser capaz de ignorar las señales de tu tracto gastrointestinal que te recuerdan que es hora de alimentarte como tu gato que está hambriento todo el tiempo. 

Es un asco. 

Por si fuera poco, no soportas el horario de verano. 
Te resulta difícil dormirte una hora antes de lo que acostumbras y cuando te levantas, aunque para tu reloj biológico sean las 7 de la mañana para tu país es una hora más tarde y prácticamente ya se acabó el día.  

Sin embargo, estás vivo. 

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