domingo, 22 de septiembre de 2024
of all the smoke like streams
domingo, 15 de septiembre de 2024
Cure for pain
Me pasaste el cigarrillo, no podía dejar de recriminarme, estaba a punto de cumplir 8 meses sin fumar y no parecía gran cosa para alguien que había logrado dejar de fumar durante casi 8 años, que antes de esa abstinencia prolongada tenía dedos de nicotina, pero volver a fumar representaba no sólo haber vuelto a caer sino la punta del iceberg de todo lo que ocurriría, de todo lo que perdería, de todas las cosas que cambiarían en mi vida, apenas saliéramos de ese departamento, dejáramos la cama, nos vistiéramos, y pretendiéramos volver a nuestras vidas anteriores.
Le di una chupada al cigarrillo, sentí nuevamente cómo la nicotina y todos los compuestos cancerígenos se abrían camino hasta mis pulmones, olfateé el horrible aroma del tabaco impregnado en mis dedos y recordé cómo apestaba toda mi ropa cuando fumaba todo el tiempo, cuando fumar era lo primero que hacía al despertarme y lo último que hacía antes de acostarme a dormir, cuando me bañaba con un cigarrillo en los labios y hacía malabares para que no le cayera agua, cuando fumaba mientras caminaba a las siete am desde la estación Copilco y transitaba por El Paseo de las Facultades y llegaba a la Facultad de Medicina y subía los cinco pisos hasta el laboratorio de Todokoro, pensando en cuánto lo aborrecía, en cuánto deseaba terminar el doctorado, en cuánto deseaba yo mismo mi propia destrucción, y no volver a saber nada más de él.
Te devolví el cigarrillo y me sonreíste, y tu sonrisa me fulminó tal y como lo había hecho casi un mes atrás, en esa reunión en la que coincidimos casi por accidente, en el cumpleaños de un conocido que teníamos en común y que ni siquiera sabíamos que teníamos en común, cuando estábamos sentados en la sala de su casa y nos tomábamos unas cervezas artesanales y dejamos las botellas en una mesita de centro al mismo tiempo y de pronto nuestras manos entraron en contacto brevemente y para mí fue como un rush y como un flashback retorcido y quise salir huyendo de allí porque tuve una visión: tú podrías hacerme perder la razón, terminar con mi matrimonio de casi veinte años, herir a mi esposa y no merecer su perdón.
Le diste una chupada al cigarrillo, vi cómo las volutas de humo se dispersaban en el espacio y me acordé de mi infancia, aparentemente siempre había estado condenado al tabaquismo, en todas mis visitas a casa del abuelo siempre estaba presente este olor peculiar, no tenía que esforzarme mucho para evocar a mi abuelo con su cajetilla de Raleigh en una mano y con un cigarrillo en la boca, haciendo algunos movimientos automáticos con la otra mano, sacándose esporádicamente el cigarrillo de la boca y luego dejando escapar el humo por la nariz y por la boca mientras platicaba cualquier cosa de su juventud, cuando había boxeado y le llamaban Kiko Serratos, cuando jugaba beisbol en el equipo de la fábrica de porcelana en la que trabajaba en la época en la que conoció a la abuela, cuando la abuela le prohibió seguir boxeando, cuando mi papá nació.
Suspiraste y volviste a pasarme el cigarrillo y lo tomé y nuestras manos volvieron a hacer contacto como aquella vez en la fiesta de nuestro amigo y volví a sentirme electrificado y ya no supe si estaba teniendo un rush, un flashback retorcido o una resaca, pero me acordé de haber leído algo sobre Jean Nicot, este diplómatico francés que llevó el tabaco de América a Europa, y lo imaginé incitando a Catalina de Médici al vicio, y también me acordé de ese estudio de tabaquismo en el que decían que tener antecedentes de tabaquismo aumentaba cuatro o cinco veces el riesgo de engancharse con el tabaco y que, además de ser un factor de riesgo para contraer cardiopatías, EPOC y enfisema pulmonar –las enfermedades clásicas asociadas con el tabaquismo–, fumar aceleraba el envejecimiento del cerebro, encogía el tamaño del cerebro, y era un factor de riesgo para la demencia. Ese paper lo había leído en mi primer recaída, cuando ya no podía estar en abstinencia ni siquiera un par de días, cuando sabía que estaba precipitándome otra vez por la espiral del tabaquismo, cuando consideraba sufrir las potenciales consecuencias de ideaciones suicidas de la vareniclina, cuando estaba desesperado, cuando tú eras sólo una colega que no me caía muy bien y que veía esporádicamente en los pasillos de la universidad, cuando tú no formabas parte de mi vida, cuando tu voz y tu rostro no me perseguían en mis sueños, cuando nunca pensaba en ti.
Me sonreíste otra vez y no pude evitarlo, tu mirada de atardecer, tus pupilas color avellana, tu cabellera azabache, tu aroma a perfume carísimo, me noquearon, aplasté el cigarrillo contra el cenicero en la mesita de noche y me lancé de nuevo.