Al mismo tiempo que estaba en el nirvana, me acordaba de algunos artículos que he estado leyendo sobre tabaquismo, sobre las alteraciones que el tabaquismo provoca en el sueño, sobre las poblaciones de los ensayos clínicos reportados en esos artículos –fumadores que fumaban seis cigarrillos al día, durante los últimos seis meses–, y también pensaba en que mi condición física no ha empeorado gravemente desde que recaí –en marzo de este año–, que sigo corriendo cada kilómetro en 4' 40'' en promedio, pero que, aun cuando, desde que recaí, nunca me he fumado más de 4 Camel al día, sí me ha costado más trabajo correr, que he sentido que me falta el aire, y que he pensado muchas veces cómo he ido aumentando mi consumo de cigarrillos: en marzo, me fumaba un Camel al día, siempre y cuando no tuviera planeado correr o nadar al siguiente día, y me bastaba con fumarme dos o tres cigarrillos a la semana, y que me puse tres condiciones: no fumar cuando estuviera lloviendo, no fumar antes de la una de la tarde y no fumar después de las seis de la tarde.
La universidad estaba en paro y entonces otra regla era no acostumbrarme a fumar los días que impartiera clases, al volver a la casa. Pero, desde abril, mi consumo de cigarrillos ha ido aumentando. Exceptuando una semana en la que me resfrié y dejé de fumar, ahora, no sólo fumo un día antes de correr, sino que fumo el mismo día que corro, tiene más de un mes que no voy a nadar, fumo todos los días, fumo cuando vuelvo a la casa, después de haber impartido una clase, fumo después de las seis de la tarde y fumo cuando llueve y cuando la lluvia me moja la cabeza, los brazos y los tobillos, y tengo que hacer malabares para no mojarme completamente los pies.
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