acabas de romper con tu madre en Facebook
todos los días que publicabas algo
–que rompías tu récord en la carrera de la mañana,
o que tocabas una canción que aprendías a tocar
en tiempo récord en tu guitarra eléctrica–
ella tenía que decirte 'bravo'
(¿no sabe que eres súper amargado?)
y te hacía sentir como ese niño
al que a fuerza le celebraba su cumpleaños
cada diciembre
cuando te obligaba a darle a la piñata
mientras tus tíos te prohibían escuchar
(supuestamente en tu propio cumpleaños)
la música que te gustaba
y ponían su horrible música de borrachos
de pulque y de cantina
rompiste con tu madre
y después de varios meses
te atreviste a dar el primer paso
y a decirle lo que pensabas
y qué cosas no te gustan
de otra manera ella no habría entendido
que ya has vivido más de cuatro décadas
y que no te gusta lo mismo que le gusta
a todo mundo
de otra manera
ella no habría entendido
nunca respetó que no tuvieras
los mismos sueños que todos los niños
o que todos los adolescentes
y nunca respetará
que no seas como tus amigos
de la infancia
que tienen sus trabajos
monótonos y horribles
y que tienen sus casas
y que tienen 3 hijos
y que están divorciados
y que usan sus redes sociales
para subir fotos de sus autos
o de los restaurantes en los que comen
o de los postres que devoran
o de los resorts y spas
en los que olvidan
temporalmente
lo horribles y monótonas
que son sus vidas
y sabes que te arrepentirás
algún día
cuando ella ya no esté
en este mundo terrenal
y recuerdes este día
y también recuerdes las cosas humillantes que te decía
cuando estabas en la secundaria
y querías tener una novia
o cuando estabas en la prepa
y querías quedarte en casa
en lugar de ir a un salón de fiestas
a una fiesta de cumpleaños
y a subir al escenario
y a esperar a que el mago
hiciera un truco de magia contigo
o a que el payaso
hiciera una broma contigo
y todos los niños de ocho o diez años
se desternillaran de risa
mientras tú deseabas que te tragara la tierra
y estar encerrado en tu recámara
viendo a escondidas una Play Boy
o fumándote a escondidas
(y tosiendo)
un Raleigh sin filtro
como los que fumaban los abuelos
y tienes un cargo de conciencia
que te ahoga en las profundidades
de tus propios vómitos
y de tus profundos abismos
cuenta hasta diez
ponte a pensar en otra cosa
olvida que has fumado varios cigarrillos
en el último mes
olvida que rompiste una racha de casi 6 años
olvida que estar en abstinencia un día
te pone de pésimo humor
piensa en otra cosa
piensa en ella –tu alma gemela de los sueños–
piensa en que ella dice
«de esa agua sí quiero beber»
y en cuántas cosas has escrito
(y no has terminado)
sobre las vidas paralelas
que ella y tú
han vivido
en otros mundos paralelos
cuenta hasta diez
repite después de mí
«quisiera que todas las cosas que tengo en la cabeza
pudieran saltar de la cabeza a la hoja de papel,
pero debo terminar de escribir un relato que ya no me satisface»
piensa que ese relato es el peor relato que has escrito
que le has dado mil y un vueltas,
que es un relato con el cual ya ni siquiera te sientes conectado,
que allí las palabras ya no fluyen
que las palabras son un yunque
como este que es un cargo de conciencia
que te sume en las profundidades
de tus propios abismos
cuenta hasta diez
que te importe un carajo
que tu teléfono esté llegando a
su obsolescencia programada
cuenta hasta diez
que te importe un carajo
que pasar mil horas en el baño
y odiarte
y odiar el tiempo perdido
y odiar el malestar de la abstinencia
de una droga que ni siquiera amas
cuenta hasta diez
cierra los párpados
duérmete
lee al Kerouac iraní
escucha a QOTSA
tómate un whiskey
fúmate un Camel
toca la Telecaster
vuelve a empezar
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