Quisiera repetir esa experiencia, inventar algo que no pasó, algo que no pasaría ni siquiera en una realidad paralela y remota, cuando te vi de reojo, hace muchas semanas, un lunes, en una cafetería, cuando tu mirada y la mía se cruzaron durante unos segundos y sonreíste (¿o no?) y luego bajaste la mirada y te llevaste una mano al cabello y te pasaste el cabello por detrás de la oreja (¿o no?), mientras conversabas con otras mujeres en una mesa y la tarde y su monotonía agonizaban y no pude evitar sentirme atrapado por un poder magnético que irradiabas, cuando me senté en una mesa y espere mi té chai y también esperé a que se esfumaran todos los espectros del pesimismo que dan vueltas por mi cabeza, pero sólo continuaba viéndote de reojo, imaginando qué pasaría si nos encontráramos en otras circunstancias, si yo me acercaría a ti y te preguntaría tu nombre, si tú me preguntarías para qué quieres saber mi nombre, si me sonreirías y me lo dirías, si me mandarías a volar, si no me atrevería a hacerlo y me metiera al baño y de pronto te metieras al baño y nos volviéramos los protagonistas de una novela de Irvine Welsh y si Galerías Toluca e convirtiera en un pub escocés y si en lugar de estar tomando chai y café estuviéramos tomando Guinness.
Pero es mi imaginación enferma que no logra ignorar a todos estos espectros del pesimismo que merodean mi mente.
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