Estoy sentado frente a la computadora, en la misma habitación en la que he permanecido muchas horas trabajando durante la pandemia y durante distintos periodos de los últimos tres años en la universidad –una huelga de tres meses, días feriados y días laborales de diez o doce horas–, esperando a que los miembros de un consorcio se reúnan a la junta que tenemos cada quince días por Zoom, y no puedo dejar de sentir nostalgia, porque veo todos...
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