A las 12: 50 llegué al centro de vacunación –es la misma escuela secundaria en la que me vacunaron en mayo del año pasado– y me formé en una fila de no más de veinte metros. Entre dos mujeres que estaban formadas adelante de mí, distinguí a dos conocidos de la universidad: un profesor que tenía su cubículo a dos cubículos de mi cubículo en las aulas que ocupábamos antes de la pandemia –en estos casi dos años de pandemia, una de las tantas cosas que han cambiado en la universidad, ha sido la inauguración de un edificio al que nos hemos mudado apenas a finales de octubre– y un chico que se encarga de coordinar diversos asuntos en el Campus Virtual de la universidad.
Sólo el chico de Campus Virtual me ve y nos saludamos, y el breve encuentro me hace recordar aquella ocasión en agosto del año pasado en la que fui a la universidad a firmar unos documentos y a sacar un equipo de investigación. Aún estábamos en semáforo rojo y el acceso a la universidad estaba restringido y yo había solicitado el acceso y la salida del equipo por una vía errónea y él me dio la oportunidad de hacer el papeleo después. Hacía sol, pero, de un momento a otro, se nubló y comenzó a lloviznar y yo tuve que esperar casi 15 minutos un Uber para regresar a la casa.
A diferencia de mi primera y única dosis de CanSino que recibí en mayo del 2021, ahora no me siento ansioso. Entonces tenía varios meses encerrado en la casa, apenas saliendo para lo indispensable. Todas mis clases eran por Zoom y estaba un poco obeso y mi vida era muy sedentaria. Estaba tan enajenado con mi trabajo, que ni siquiera sabía qué clase de vacuna recibiría. He estado yendo a la universidad regularmente desde noviembre, algunas de mis clases ya han sido presenciales –incluso he tenido que suspender mi clase de hoy–, corro 5 kilómetros regularmente, me queda la ropa que me ponía hace 5 años y he salido varias veces a la calle.
Ahora hay más gente en la calle y sin embargo no hay tanto bullicio alrededor del centro de vacunación. Toda la gente parece acostumbrada a la pandemia y al uso de mascarillas.
La fila avanza rápidamente. Unos sujetos nos piden tener a la mano los documentos que avalan que debemos recibir la vacuna ese día y en ese lugar –personal que trabaja en el sector educativo–, y nos dicen dos o tres cosas que debemos escribir en la solicitud –nombre y lote de vacuna– y revisan rápidamente los documentos.
A las 13: 03 estoy entregándole los documentos a otro sujeto adentro de la escuela. El trámite es muy rápido y camino hacia uno de los patios de la escuela en el que hay varias sillas dispuestas en un montón de filas, junto a unas mesas en las que están los médicos y las enfermeras y las hieleras con las vacunas. El lugar estaba en las mismas condiciones en mayo.
A las 13: 20 estoy saliendo del centro de vacunación.
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