Lo único que me mantenía cuerdo era la inminencia del mundial de futbol.
Escuchaba este álbum casi todos los días. Un amigo me lo quemó en un CD. Él y mis hermanos y yo nos veíamos casi todos los domingos. Íbamos a jugar futbol a Chapultepec con sus amigos. La música me gustó y compré el álbum original en algún momento y mi amigo y uno de sus primos a quien su duda yo le caía muy mal fuimos al concierto de Depeche Mode al Foro Sol unas semanas antes del mundial. Allí bebimos y nos emborrachamos y divagámos con la posibilidad de encontrar algún romance pasajero con alguna de las solitarias almas que pasaban cerca de nosotros mientras Martin L. Gore cantaba “Home” y yo sentía que mi vida era un desastre y que pronto debía dejar de lamentar mi suerte y que era momento de dejar de ponerme pretextos y de dejar de ilusionarme con un torneo de futbol.
Al cabo de un mes o dos, te conocería en un concierto de Los Silencios Incómodos en El Alicia y viviríamos buenos momentos por teléfono y algunos extraños momentos en persona y al principio estarías muy interesada en mí y yo no te daría importancia y al final me importarías mucho y me obsesionaría contigo y regresarías con un novio del pasado y me harías sufrir de un modo inimaginable y las canciones de desamor de Playing The Angel acabarían cobrando un sentido totalmente personal.
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