Faltaban unas semanas para mi examen profesional de licenciatura. Me preocupaba mi futuro académico y estaba decepcionado del trabajo experimental que había estado realizando desde hacía, más o menos, cuatro años. Todo era incierto.
Aun cuando había mostrado mi compromiso durante ese tiempo –incluso había corrido experimentos en vacaciones, en Navidades y en Años Nuevos– y tenía un promedio bueno y no había recibido ningún estímulo económico –jamás se mencionó la posibilidad de tramitar una beca para mí–, lo único que mi tutor me había ofrecido era continuar siendo mi tutor... de posgrado.
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