Durante casi dos semanas estuve tomando valaciclovir, tres veces al día. Durante dos semanas no he salido a correr. Durante dos semanas no he bebido una sola gota de alcohol. El sábado cumplí 10 meses sin fumar. Hoy estoy despierto desde las seis de la mañana. No quiero distraerme, tampoco quiero hundirme en la oscuridad que me ha perseguido todo este mes. Tampoco quiero dejar que el dolor se apodere de todos mis pensamientos, ni estar pensando en cuánto deseo rascarme la mano, el brazo y la espalda porque la comezón es insoportable. Se siente como si me hubieran arrastrado por el asfalto: me punza, me duele, me da comezón.
Quisiera deshacerme de todas estas sensaciones que no me dejan en paz, quisiera poner las cosas en orden, desahogarme, escribir sobre todo lo que ha ocurrido en los últimos días, pero Kilitos de Amor me pide que le dé su porción de Royal Canin, tengo que medirme la glucosa, paso mi lengua por el paladar y siento las encías inflamadas y sé que tendré la glucosa altísima, y no quiero hundirme en la oscuridad que me ha perseguido casi todo el mes. Yoko maúlla una y otra vez, sus maullidos son tan agudos que no puedo concentrarme, a veces suenan como cuando alguien pasa un cuchillo afilado por un vidrio, todo se puede romper dentro de mí, como le ocurrió al papá de Knausgård y como le ocurre a su esposa, o al menos eso es lo que dice en las últimas cien páginas del último tomo de Mi Lucha que estaba leyendo esta mañana antes de levantarme de la cama, cuando mi sueño fue interrumpido por el adormecimiento y por el dolor y por la comezón que siento en la mano, en el brazo y en la espalda.
Ya estoy olvidando sobre qué quería escribir, el impulso de escribir se va desvaneciendo como el último sueño que tuve antes de despertarme, ese que fue interrumpido por los síntomas que dejó el herpes zoster, ese sueño en el que apareció esta chica que estudiaba la licenciatura cuando yo estaba terminando el doctorado y que a veces iba al laboratorio y que nunca me hablaba y que, luego, si coincidíamos en un congreso y ella ya tenía unos tragos encima, se ponía a platicar conmigo; esta chica que quién sabe por qué me intriga tanto, esta chica que no entiendo, somos de mundos totalmente distintos, y que quién sabe por qué aparece en mis sueños ocasionalmente. En ese sueño, ella pasaba junto a mí, subía unas escaleras que yo bajaba, a lo lejos se incendiaba una casa, estábamos en el tercer piso del edificio en el que viví toda mi infancia, la casa que se incendiaba formaba parte de una especie de mansión, el camino que llevaba de la calle a la mansión estaba rodeado de árboles y pasto, e incluso tenía una fuente y una pequeña autopista por la que pasaban autos lujosos. La mansión se parecía a esa mansión de Eyes Wide Shut, la última película de Stanley Kubrick. En el ambiente había una especie de nostalgia, como si estuviéramos atrapados en una película del cine de oro mexicano. Esta chica pasaba junto a mí, tenía la mirada perdida, llevaba puesto un suéter blanco con rayas negras y tenía cara de funeral.
No sé qué puede significar ese sueño, estoy tratando de encontrar qué simbolizan el edificio de la infancia, el incendio a unos metros del edificio, las escaleras y Kubrick y el cine de oro mexicano, que yo bajo por las escaleras y que esta chica sube por las escaleras, cuando Lizzie entra en la recámara y de pronto me doy cuenta de que Jackson está acostado junto a mí en la cama. Él nada más contempla lo que ocurre más allá de la cama, cómo Lizzie entra en la recámara y se mete en el baño, y lo hace de un modo en el que parece que está evaluando los pros y los contras de levantarse de la cama. Es un gato sensacional, es el más paciente de los tres, también es el más travieso y más cariñoso. El que hace más vocalizaciones.
Estoy en todas estas cosas, cuando suena el teléfono, me ha llegado una notificación de What's App, es un mensaje de voz, intento ignorarlo, me acuerdo del domingo pasado, cuando un fulano me llamó por teléfono en la tarde y fue directo al punto, me dijo Su paquete de Amazon llegará en 20 minutos, y yo le dije que estaba equivocado, que yo no había pedido nada, y luego me preguntó ¿Cómo está? y yo le dije la verdad, que estaba más o menos, ese día cumplía alrededor de 10 días con herpes zoster y en tiempo récord me habían bateado de tres convocatorias para plazas de académicos de tiempo completo en dos universidades distintas, y entonces le pregunté al fulano cómo estaba él –hasta ese punto, ni él me dijo su nombre ni confirmó el mío, como suelen hacer los ejecutivos de ventas cuando te llaman por teléfono– y él me dijo algo terriblemente patético –Con salud y con trabajo, gracias a Dios– y allí fue donde confirmé que se trataba de una estafa, que el sujeto tenía estudiado su discurso de persona de bien, que, seguramente, si me lo encontraba en la calle, se vería como el mundo de las apariencias nos ha dicho que debe verse una persona de bien: cabello corto (fascistoide), saco, camisa formal, pantalones caqui, zapatos con punta de pico de pato... Sin pendientes en ningún lóbulo, obviamente. Sin tatuajes visibles, obviamente. Entonces, cuando le iba diciendo Ah, aquí es la parte en la que me vas a pedir que te dé un código que me llegará a mi What's App, él colgó. No sé dónde leí que a una celebridad la estafaron de una manera similar, pero aprendí algo de la experiencia de otra persona.
Escribo estas líneas y trato de ignorar el mensaje de voz que acaba de llegarme por What's App. Hay un montón de distractores en todas partes. Yo sólo quiero desahogarme, olvidar estas dolorosas sensaciones que carcomen mi mano, mi brazo y mi espalda, y que me hacen sentir como si me hubieran arrastrado por el asfalto y que me hacen desear rascarme hasta arrancarme la piel, y que tal vez son una manera en la que mi cuerpo me está diciendo que mande todo a volar, que deje de pensar en la oscuridad que me ha perseguido todo el mes, que la academia es una farsa, como el fulano que quiso estafarme por What's App el domingo pasado, que todas las plazas académicas tienen nombre y apellido, que he conseguido en tiempo récord mucho más de lo que podría conseguir cualquier académico con contratos temporales. Que puedo hacer muchas cosas que jamás podrá hacer nadie a quien le ponen todo en bandeja de plata. Que debo aprender de mi propia experiencia, que es un poco absurdo aprender de la experiencia de otras personas y ser incapaz de aprender de tu propia experiencia.
O tal vez este dolor y esta convalecencia no significan nada, tal vez nada significa nada, tal vez esto no significa nada, tal vez tu aparición en mis sueños no significa nada, tal vez los distractores son la realidad, tal vez la selección mexicana de futbol es lo único real, tal vez todos los días debemos salir de nosotros mismos, tal vez nosotros somos nuestra propia oscuridad, tal vez las enfermedades son todas psicosomáticas, tal vez lo único real es que no podemos vivir de satisfacciones personales, somos adultos y no podemos pasar todo el día en la cama, huyendo de las responsabilidades porque estamos tristes.