jueves, 21 de noviembre de 2024

La oscuridad me ha perseguido todo este mes

Durante casi dos semanas estuve tomando valaciclovir, tres veces al día. Durante dos semanas no he salido a correr. Durante dos semanas no he bebido una sola gota de alcohol. El sábado cumplí 10 meses sin fumar. Hoy estoy despierto desde las seis de la mañana. No quiero distraerme, tampoco quiero hundirme en la oscuridad que me ha perseguido todo este mes. Tampoco quiero dejar que el dolor se apodere de todos mis pensamientos, ni estar pensando en cuánto deseo rascarme la mano, el brazo y la espalda porque la comezón es insoportable. Se siente como si me hubieran arrastrado por el asfalto: me punza, me duele, me da comezón.

Quisiera deshacerme de todas estas sensaciones que no me dejan en paz, quisiera poner las cosas en orden, desahogarme, escribir sobre todo lo que ha ocurrido en los últimos días, pero Kilitos de Amor me pide que le dé su porción de Royal Canin, tengo que medirme la glucosa, paso mi lengua por el paladar y siento las encías inflamadas y sé que tendré la glucosa altísima, y no quiero hundirme en la oscuridad que me ha perseguido casi todo el mes. Yoko maúlla una y otra vez, sus maullidos son tan agudos que no puedo concentrarme, a veces suenan como cuando alguien pasa un cuchillo afilado por un vidrio, todo se puede romper dentro de mí, como le ocurrió al papá de Knausgård y como le ocurre a su esposa, o al menos eso es lo que dice en las últimas cien páginas del último tomo de Mi Lucha que estaba leyendo esta mañana antes de levantarme de la cama, cuando mi sueño fue interrumpido por el adormecimiento y por el dolor y por la comezón que siento en la mano, en el brazo y en la espalda. 

Ya estoy olvidando sobre qué quería escribir, el impulso de escribir se va desvaneciendo como el último sueño que tuve antes de despertarme, ese que fue interrumpido por los síntomas que dejó el herpes zoster, ese sueño en el que apareció esta chica que estudiaba la licenciatura cuando yo estaba terminando el doctorado y que a veces iba al laboratorio y que nunca me hablaba y que, luego, si coincidíamos en un congreso y ella ya tenía unos tragos encima, se ponía a platicar conmigo; esta chica que quién sabe por qué me intriga tanto, esta chica que no entiendo, somos de mundos totalmente distintos, y que quién sabe por qué aparece en mis sueños ocasionalmente. En ese sueño, ella pasaba junto a mí, subía unas escaleras que yo bajaba, a lo lejos se incendiaba una casa, estábamos en el tercer piso del edificio en el que viví toda mi infancia, la casa que se incendiaba formaba parte de una especie de mansión, el camino que llevaba de la calle a la mansión estaba rodeado de árboles y pasto, e incluso tenía una fuente y una pequeña autopista por la que pasaban autos lujosos. La mansión se parecía a esa mansión de Eyes Wide Shut, la última película de Stanley Kubrick. En el ambiente había una especie de nostalgia, como si estuviéramos atrapados en una película del cine de oro mexicano. Esta chica pasaba junto a mí, tenía la mirada perdida, llevaba puesto un suéter blanco con rayas negras y tenía cara de funeral. 

No sé qué puede significar ese sueño, estoy tratando de encontrar qué simbolizan el edificio de la infancia, el incendio a unos metros del edificio, las escaleras y Kubrick y el cine de oro mexicano, que yo bajo por las escaleras y que esta chica sube por las escaleras, cuando Lizzie entra en la recámara y de pronto me doy cuenta de que Jackson está acostado junto a mí en la cama. Él nada más contempla lo que ocurre más allá de la cama, cómo Lizzie entra en la recámara y se mete en el baño, y lo hace de un modo en el que parece que está evaluando los pros y los contras de levantarse de la cama. Es un gato sensacional, es el más paciente de los tres, también es el más travieso y más cariñoso. El que hace más vocalizaciones.

Estoy en todas estas cosas, cuando suena el teléfono, me ha llegado una notificación de What's App, es un mensaje de voz, intento ignorarlo, me acuerdo del domingo pasado, cuando un fulano me llamó por teléfono en la tarde y fue directo al punto, me dijo Su paquete de Amazon llegará en 20 minutos, y yo le dije que estaba equivocado, que yo no había pedido nada, y luego me preguntó ¿Cómo está? y yo le dije la verdad, que estaba más o menos, ese día cumplía alrededor de 10 días con herpes zoster y en tiempo récord me habían bateado de tres convocatorias para plazas de académicos de tiempo completo en dos universidades distintas, y entonces le pregunté al fulano cómo estaba él –hasta ese punto, ni él me dijo su nombre ni confirmó el mío, como suelen hacer los ejecutivos de ventas cuando te llaman por teléfono– y él me dijo algo terriblemente patético –Con salud y con trabajo, gracias a Dios– y allí fue donde confirmé que se trataba de una estafa, que el sujeto tenía estudiado su discurso de persona de bien, que, seguramente, si me lo encontraba en la calle, se vería como el mundo de las apariencias nos ha dicho que debe verse una persona de bien: cabello corto (fascistoide), saco, camisa formal, pantalones caqui, zapatos con punta de pico de pato... Sin pendientes en ningún lóbulo, obviamente. Sin tatuajes visibles, obviamente. Entonces, cuando le iba diciendo Ah, aquí es la parte en la que me vas a pedir que te dé un código que me llegará a mi What's App, él colgó. No sé dónde leí que a una celebridad la estafaron de una manera similar, pero aprendí algo de la experiencia de otra persona.

Escribo estas líneas y trato de ignorar el mensaje de voz que acaba de llegarme por What's App. Hay un montón de distractores en todas partes. Yo sólo quiero desahogarme, olvidar estas dolorosas sensaciones que carcomen mi mano, mi brazo y mi espalda, y que me hacen sentir como si me hubieran arrastrado por el asfalto y que me hacen desear rascarme hasta arrancarme la piel, y que tal vez son una manera en la que mi cuerpo me está diciendo que mande todo a volar, que deje de pensar en la oscuridad que me ha perseguido todo el mes, que la academia es una farsa, como el fulano que quiso estafarme por What's App el domingo pasado, que todas las plazas académicas tienen nombre y apellido, que he conseguido en tiempo récord mucho más de lo que podría conseguir cualquier académico con contratos temporales. Que puedo hacer muchas cosas que jamás podrá hacer nadie a quien le ponen todo en bandeja de plata. Que debo aprender de mi propia experiencia, que es un poco absurdo aprender de la experiencia de otras personas y ser incapaz de aprender de tu propia experiencia.

O tal vez este dolor y esta convalecencia no significan nada, tal vez nada significa nada, tal vez esto no significa nada, tal vez tu aparición en mis sueños no significa nada, tal vez los distractores son la realidad, tal vez la selección mexicana de futbol es lo único real, tal vez todos los días debemos salir de nosotros mismos, tal vez nosotros somos nuestra propia oscuridad, tal vez las enfermedades son todas psicosomáticas, tal vez lo único real es que no podemos vivir de satisfacciones personales, somos adultos y no podemos pasar todo el día en la cama, huyendo de las responsabilidades porque estamos tristes.

viernes, 15 de noviembre de 2024

Decidimos NO proseguir con su solicitud

Qué difícil es todo, tener que juntar documentos, organizar tu CV, pagar para un examen del TOEFL que tu trayectoria académica hace innecesario, pensar que podrías usar ese dinero para comprarte otra cosa, por ejemplo, la caja de lujo de los 30 años de Nevermind, que trae el Blu Ray del concierto del 25 de noviembre de 1991 en un recinto de Ámsterdam llamado “Paradiso”, donde Cobain canta y toca “Come As You Are” fuera de tono, ese concierto que supiste que existía cuando estabas en la prepa y viste el Live Tonight Sold Out!!! y que te obsesiono y que conseguiste en audio, con sonido de consola, en una página de internet, cuando comenzabas el doctorado.

Qué difícil es todo, escribir un proyecto de rehabilitación neuropsicológica de 20 cuartillas, invertir un par de semanas en el proyecto, leer y estudiar temas que no te fascinan para concursar por un trabajo que mereces, y no tener nada seguro al final, que la Comisión Dictaminadora te desee suerte y te diga que no proseguirán con tu solicitud.

Qué difícil es que parezca que sólo tú sepas cuánto vales y que nunca vayas a pasar de allí, de tener satisfacciones personales y que la historia se repita una y otra vez y que no puedas evitarlo, no depende de ti, podrías concursar en otras 20 convocatorias y el resultado sería el mismo, y aunque tienes un CV muy competitivo, que está por arriba del promedio, y que has trabajado con contratos temporales, nunca faltará quien te trate como si fueras un individuo genérico que ni siquiera puede redactar un par de párrafos sobre su propia vida en un blog.

Qué difícil es que todo ya esté arreglado, que uno haya aprendido que es más fácil ganarse la lotería y que es más probable que le caiga un rayo encima.

lunes, 4 de noviembre de 2024

They Don't Love You Like I Love You


Me desvelé. No pude dejar de ver Los Soprano. Estoy en esa temporada en la que Tony vuelve al consultorio de la Dra. Melfi, pero los papeles se han invertido: ahora la psiquiatra es quien necesita de Tony. Cuando la serie estaba en el aire, hace más de quince años, las cosas eran muy distintas, ni siquiera había conocido a mi esposa, ni siquiera había ingresado al doctorado, aún vivía con mis papás, no tenía dinero ahorrado en el banco, no tenía tarjeta de crédito. Todo mundo veía a Los Soprano, decían que era una serie buenísima, pero la pasaban por HBO y no teníamos HBO en la casa. Y sin embargo, algunos DVDs de Los Soprano aparecían en los rincones de la casa de mis papás. Le gustaban a la novia de entonces de mi hermano el baterista, ella y yo al principio de su relación nos llevábamos bien, se veía una buena chica, que se llevaba fantástico con mi hermano el baterista, pero, eventualmente, fui descubriendo su verdadero yo, en una fiesta bebimos más de la cuenta y se puso a pelear con mi hermano el baterista, creo que hasta lo quería golpear, y luego, cuando conocí a mi esposa, se convirtió en una persona más horrible, hablaba mal de mi esposa, hablaba mal de mí, en fin. 

El punto es que tenía prejuicios hacia Los Soprano, pero resultó ser una de las series favoritas de uno de mis autores favoritos –El Menonita Zen– y le di una oportunidad, por X o por Y nunca podía pasar de los primeros dos capítulos, pero un día me enojé con mi esposa, ella me aplicó la ley del hielo y entonces me senté a ver casi toda la primera temporada y pensé que Tony y yo teníamos muchas cosas en común, claro, cuando necesitaba la ayuda de la psiquiatra, de la Dra. Melfi.

Y esto no es lo importante, sino que me desvelé, que me acosté después de la medianoche viendo Los Soprano, que tuve varias pesadillas, que presentía que el lunes no sería un buen día, que la historia de la academia se repetiría, que todos los concursos están amañados, y me puse a escribir en mi diario sobre todos estos pensamientos después de la medianoche, y encontré cierto alivio, pero hoy, mientras tomaba un seminario por Zoom con unos colegas y la ponente hablaba sobre el C-PAP y la respiración, sólo pensaba “¿por qué a mí?, ¿por qué siempre tengo que hacer cuatro o cinco veces, todo?, ¿por qué nadie me regala nada?”, y acabo de leer algo que dijo Eddie Vedder en alguna entrevista de los noventa, algo sobre cómo vivir en condiciones desfavorables hace que tengas más recursos para sobrevivir. Y quizá tengo que tomarlo al pie de la letra. Tengo un súper CV, pero eso es lo de menos: lo importante es tener influencia en la gente influyente. Creo.