En este sueño perdido del primer fin de semana de febrero y que recuerdo ahora que el cielo se cae y gracias a los garabatos y a las anotaciones que hago en una decena de libretas todo el tiempo, y gracias a que esta libreta en particular y gracias a que estas hojas en particular en las que escribí sobre este sueño llegaron en este momento a mis manos y a mis ojos, justo cuando Yoko y Gatusso me maúllan y se cae el cielo y el sol es un recuerdo distante y los gatos con sus maullidos me intentan decir que quite a The Mars Volta porque no soportan el escándalo o porque intentan decirme que les dé comida blanda por tercera vez en el día, tú me llamabas por teléfono –quién sabe por qué apareciste en mi sueño; no recuerdo haberte invocado antes de dormirme– y yo estaba buscando enloquecidamente un empleo y juntando documentos engorrosos para llenar una solicitud de empleo, y la llamada que hacías estaba llena de estática y se entrecortaba y entonces decidías hacer una videollamada y entonces veía parte de tu casa, y era enorme y estabas en un estudio enorme y tenías una Mac en un escritorio de caoba y había una ventana enorme en el estudio que iluminaba el escritorio de caoba, y todo estaba en armonía con un suelo de duela de madera, y una mujer que parecía tu compañera sentimental permanecía de pie a tu lado, y yo recordaba que recientemente me habías platicado que tenías problemas económicos y me confundía la situación, pues, a juzgar por tu casa, no parecía que tuvieras problemas económicos y entonces me intrigaba tu situación y quería saber qué significaba para ti tener problemas económicos, y me encontraba en estos pensamientos vagos cuando recibía otra llamada telefónica de otra mujer y entonces tu voz y la voz de la otra mujer se confundían y la estática de mi línea telefónica hacía imposible cualquier tipo de comunicación entre los tres y eso me enfurecía y me frustraba, pues ni siquiera sabía exactamente qué querían contarme cada una de las dos, y me resignaba y me acordaba de aquella ocasión, mucho antes de que conociera a Katz, cuando tú y otra amiga tuya y yo nos encontramos circunstancialmente en Ciudad Universitaria y nos fuimos a beber al Centro Histórico y comenzamos alrededor de las cuatro de la tarde en una tienda detrás de las ruinas del Templo Mayor y acabamos después de visitar dos o tres cantinas y bares alrededor de las dos de la mañana en La Alameda Central, y nos emborrachamos tanto que todo parecía formar parte de una ensoñación sin consecuencias, como si existir formara parte de la alucinación de un sueño dentro de otro sueño, y me resultó imposible no recordarte en otra ocasión en la que habíamos salido a beber los tres y en la que también nos emborrachamos y en la que te besaste con un desconocido en un bar y luego volviste medio tambaleándote a la mesa y nos dijiste que habías sentido la erección del desconocido en una de tus piernas y sonreíste, y desde entonces no pude apartar esa idea de mi cabeza y me obsesioné con tus labios y también te quise besar, y alrededor de las dos de la mañana en La Alameda Central fue el momento propicio para que te lo dijera, y entonces guardaste silencio y los dos sabíamos que tu amiga se sentía atraída por mí, y sin embargo tú accediste y tú y yo nos besamos y todo mundo estaba tan ebrio que todo parecía parte de una ensoñación y no recuerdo exactamente cómo fue el beso pero sí recuerdo que antes de que nos besáramos me dijiste que no sólo lo hacías porque Samantha era tu amiga o que sólo lo hacías porque Samantha era tu amiga, y jamás he analizado qué era más probable que dijeras, y me quedé atontado por ese breve roce entre tus labios y mis labios y no podía creer que hubiera ocurrido finalmente y que pudiera tener para mí mismo el recuerdo de esa sensación fugaz de tus labios alcoholizados y ardientes sobre los míos, y ahora mismo pienso que también había otro tipo con nosotros tres y que tú lo habías llamado por teléfono en algún punto de esa tarde y que ese tipo terminó casándose con tu amiga y que probablemente desde entonces ella le interesaba a él y que probablemente tú lo habías llamado para que ellos dos tuvieran la oportunidad de estar juntos y para que tú y yo tuviéramos la oportunidad de tratarnos en un nivel más íntimo, pero, quién sabe, tal vez sólo divago, pero de cualquier forma todas estas ideas acabarán en un relato, y ahora mismo recuerdo que antes de que te besaras con el desconocido y dijeras que habías sentido su erección en una de tus piernas –¿por qué lo dijiste?–, ya te había visto ebria en una fiesta en casa de tus papás y tu ebriedad y tu impulsividad me habían vuelto loco y había presentido en esa fiesta que podríamos habernos besado, pero entonces tenías una pareja, y ahora mismo recuerdo que hace un par de semanas cambiaste tu fotografía de perfil en Facebook y que en esa fotografía te ves justamente como te recordaba en aquella fiesta.
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