que se esfuman en el infierno de la rutina
cinco minutos que se van deshaciendo
en la marea de todo lo que haces todos los días
desde que las ganas de orinar rompen tu sueño
y lo deshilachan y te obligan a levantarte de la cama
incluso un viernes santo
que no es un viernes como todos los demás viernes
allí están las intensas ganas de orinar despertándote
levantándote de un sueño fabuloso
en el que tu amor platónico de la infancia
estaba a punto de darte un beso
y vas al baño y sales del baño y ya tienes ganas de orinar otra vez
cinco minutos críticos
en los que aún no estás totalmente despierto
en los que puedes sentarte a escribir
sobre cualquier cosa cruda que no has contaminado
con tus prejuicios y con tus pretensiones
cinco minutos críticos
en los que podrías escribir cualquier cosa
si fueras capaz de ignorar todo lo que haces todos los días
y comportarte como un budista o como un robot
que no debe comer ni orinar todo el día
para cuidar su salud
cinco minutos críticos
en los que podrías escribir cualquier estupidez
que podría parecerte tan profunda como las profundidades del mar
si fueras capaz de ignorar todo lo que haces todos los días
como medirte la glucosa después de orinar
como anotar tu glucosa en sangre en ayuno
en la libreta de todos los días
como atender a los gatos que ya no toleran un segundo más
y que están maullando junto a ti mientras intentas ignorar todo
y comportarte como un budista con una paciencia de otro mundo
o como un robot que no debe comer ni orinar todo el día
para cuidar su salud
cinco minutos críticos
en los que podrías escribir sobre cualquier tema
que podría parecerte tan revelador como tu vida inconsciente
asomándose por las persianas de tu conciencia
si fueras capaz de ignorar todo lo que haces todos los días
como bajar a la cocina a servirles comida blanda a los gatos
y luego hincarte como su súbdito
y limpiar su arenero como todos los días
y barrer la arena que tiran junto a su arenero
como todos los días
y sacar la bolsa con la arena sucia
y depositarla en el bote de la basura que está en la terraza
cinco minutos críticos
en los que podrías escribir lo que soñaste
y a partir de allí recordar otras épocas de tu vida
y desarrollar un relato que podría mantenerte escribiendo varias horas
si fueras capaz de ignorar todo lo que haces todos los días
como prepararte para salir a correr
y hacer algunos estiramientos y levantamientos de pesa
con la pequeña pesa de dos gramos que tienes junto a la cama
y quitarte la ropa de dormir
y ponerte los leggins y el short y la playera y los tennis para salir a correr
y salir a correr y olvidarte de ti mismo
mientras transcurre un kilómetro
y luego dos y luego tres y luego cuatro
y luego cinco
mientras suenan a través de los audífonos
los Pixies o Queens of the Stone Age
o Mark Lanegan o Kurt Cobain te contagian su dolor
desde el más allá
cinco minutos críticos
en los cuales ni siquiera
tus uñas largas y desagradables
laten como un dolor sordo
aporreando el teclado
como si se tratara de un martillo
que golpea tu cerebro
para dejarte noqueado
y perturbándote
y desconcentrándote
y capturando toda tu atención
y poniéndote de mal humor
y haciendo que te levantes de tu asiento
y que abandones las estupideces que intentabas escribir
cinco minutos críticos
que se mueren mientras amanece
y nace todo lo demás que nos hace humanos
se acabó el día
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