uber eats llegó. el motor de la motocicleta rompe el silencio de esta tarde de domingo. mis tripas gruñen como si no hubiera comido en varios días. apenas pongo un pie fuera de la casa me percato de que el cielo se ve atormentado y ennegrecido. me percato de que las ráfagas de viento azotan a los árboles y a las ventanas. mi cabello flota como una nube borracha de preticor. la lluvia es inminente.
el conductor de la motocicleta se quita el casco. distingo que es un señor de la tercera edad. tiene el cabello canoso y la piel arrugada. pienso que podría ser mi abuelo. él sonríe y me saluda desde lejos. me acerco a él con el corazón partido en mil pedazos. el señor se quita la enorme mochila rectangular que carga su envejecida espalda. no puedo dejar de sentirme miserable. todos los días me quejo de las cosas que no me gustan. soy un egoísta. soy privilegiado. puedo darme el lujo de quejarme de cosas que no son importantes. me falta vivir tantas cosas y tener perspectiva.
el señor me entrega las hamburguesas de Carl's Junior que pedimos Katz y yo. siento un nudo en la garganta. tan fuerte como las ráfagas de viento que azotan árboles y ventanas. quisiera decirle tantas cosas al señor. quisiera darle dinero. él sigue sonriendo a pesar de que no puede despojarse por completo de la mochila. hace una pausa para tomar un poco de aire y mira alrededor y me dice que la lluvia caerá en cualquier momento. yo le sonrío y solo pienso que podría ser mi abuelo. su rostro también me hace recordar a otro señor de la tercera edad que vi por televisión cuando comenzaba la pandemia. había un reportaje sobre el impacto de la pandemia en la economía de los ciudadanos de la ciudad de México. un hombre de la tercera edad caminaba por las calles del Centro Histórico y traía una mascarilla más vieja que él. hasta ese momento no había pensado en la gente que vivía al día y que no tenía dinero ni para comprarse una mascarilla. en otros reportajes entrevistaban a niños de la calle que ni siquiera sabían qué era el coronavirus.
caen unas gotas y de pronto todos mis pensamientos son un latigazo más fuerte que el viento y de pronto todos mis pensamientos están más atormentados y ennegrecidos que el cielo.