domingo, 26 de abril de 2020
Got Hips Like Cinderella
Esta mañana de domingo no estaba pensando en ti, ni nada parecido.
Tampoco estaba pensando en los Pixies, ni nada parecido.
Quería escribir sobre un sueño que tuve hace varios meses en el que aparecías de la nada y en el que éramos pasantes y nos preparábamos con quienes nos daban la oportunidad de ensayar nuestra presentación frente a clase. Faltaban algunos días para nuestro examen profesional. Yo era el muchacho ingenuo que realmente fui y tú eras la mujer experimentada que realmente fuiste. El ambiente era ese ambiente de cárcel que caracterizó a los últimos días que pasamos en la escuela.
En ese sueño no sonaba una canción de los Pixies, pero siempre asocio su música con la época en la que te conocí.
Puse un álbum de Pixies y comencé a escribir. Apenas llevaba unas líneas escritas, cuando llegó la segunda canción y terminé pensando en ti. Escuché esta canción hace más de veinte años, cuando nos conocimos.
No te extraño, ni nada parecido. Todavía pienso que no volvería a estar contigo, aunque fueras la única mujer en el mundo.
Sin embargo, el bajo de Kim Deal que corre casi a la misma velocidad que la batería de David Lovering, mientras Black Francis murmura, antes de que la guitarra de Joey Santiago estalle con los gritos de Black, me trajeron recuerdos agradables de la época en la que te conocí.
Me prestaste Doolittle un fin de semana.
Teníamos algunas semanas, o días, saliendo.
Aun cuando habías sido casi la primera mujer que vi el primer día de clases en la universidad y aun cuando desde ese momento te había encontrado misteriosa y atractiva y aun cuando quería hablarte y saber tu nombre y aun cuando quería que fuéramos amigos, nos conocimos casi tres años más tarde en una clase.
Aun cuando había intentado averiguar tu nombre en una lista de alumnos afuera del cubículo de un profesor que habíamos tenido en común durante el primer trimestre, nos conocimos casi tres años más tarde en una clase.
Aun cuando te había idealizado durante la huelga de 1999 en esas largas noches de insomnio en las que me sentía perdido, imaginando cómo sería tu vida, quiénes eran tus amigos y qué estarías haciendo en ese momento, mientras intentaba leer la Divina Comedia y deseaba vehementemente conocer a una mujer que fuera para mí como Beatriz lo fue para Dante, nos conocimos casi tres años más tarde en una clase.
Los sábados tomábamos esa clase en la que nos conocimos.
La huelga duró casi un año y había ocasionado que los horarios fueran un desastre y que hubiera varias clases en fin de semana.
Cuando entré al aula y te vi sentada en la segunda fila, no lo pude creer.
Me senté detrás de ti y no pude concentrarme en nada. Sólo pensaba cómo me acercaría a hablarte, sin parecer desesperado.
Todo ocurrió muy rápido.
Me prestaste Doolittle un fin de semana.
Teníamos algunas semanas, o días, saliendo.
Estabas en el departamento de tus tías y recorrí toda la ciudad para verte.
Platicamos varias horas en uno de los pasillos de esos edificios de FOVISSSTE y me hablaste de los Pixies. Me dijiste que eran tu banda favorita. Me dijiste que no solías prestarle tus discos a nadie, pero que era una ocasión especial.
En cuanto volví a la casa de mis papás, me puse a escuchar el álbum.
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Todo lo que lees aquí, lo escribo yo.
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