Mientras yacemos en la cama, no logro identificarte, pero tu cara me recuerda a alguien.
La imagen es borrosa al principio, pero, ya que no puedo dejar de mirarte, se hace más clara.
Tu cara se parece a la cara de esta niña que conocí en el último año de la primaria.
Para entonces, nuestras familias se habían hecho amigas y solíamos visitarnos una vez al mes, más o menos.
Cuando yo iba a su casa, solíamos escaparnos de las cenas.
Nos escondíamos en una casa del árbol en el jardín trasero de su casa.
La pasamos muy bien en ese jardín.
Principalmente nos besábamos y hablábamos de películas que no habíamos visto y de drogas que no habíamos probado.
Mientras yacemos en la cama y tu cara me recuerda a esta chica, no puedo dejar de pensar en sus labios.
Eran tan suaves como el terciopelo, pero violentos.
Brillaban como un sol naciente.
Brillaban como un naciente nuevo día.
Sus cejas siempre parecían tan estiradas que su rostro siempre parecía estar sorprendido.
Éramos sólo un par de chiquillos precoces atraídos por el sexo de un modo infantil.
En las últimas semanas de la primavera de ese último año en la primaria, fui, como siempre, a su casa y, como siempre, nos escapamos de la cena.
La chica me empujó contra el suelo de la casa del árbol.
Luego apoyó su cara en mi pecho.
Después de algunos minutos, se sentó junto a mí.
Me miró y decidió quitarse la ropa.
Su cuerpo desnudo era algo tan perfecto y tan espléndido.
Me sentí atraído a él de un modo salvaje, pero no sabía qué hacer.
Al mismo tiempo, me sentía excitado y entumecido.
Ella me miró.
Me pidió que quitara la ropa, también.
Fue algo muy incómodo.
Yo estaba avergonzado de mi cuerpo.
Era un niño con sobrepeso y mi panza me hacía verme muy estúpido.
Miré su piel morena. La forma en la que su cuerpo desnudo irradiaba una especie de brillo espiritual en la penumbra de la casa del árbol, me provocó escalofríos.
Este brillo espiritual que emanaba de su cuerpo estaba hecho de senderos de vapores azules y negros del alba, o así se veía.
En mi sueño, esta especie de senderos azules y negros, anegaban la habitación.
Mientras yacemos en la cama y no puedo dejar de pensar en esta chica, abro los ojos y me enfoco en tu rostro. Ahora logro identificarte. Sé que te he visto en un programa de televisión.
Creo que eres una atleta y que estás en una competencia en la playa.
Ahora estás encima de mí.
Tienes una mirada cachonda.
Acercas tu rostro al mío.
Me susurras algo que tiene un carácter sexual.
Tu aliento es muy dulce. Huele a vainilla.
Me controlas. Me conduces.
Tu cabello castaño con tenues luces rubias se esparce en mi pecho como una cascada de arco iris. Abres los labios y de repente tu lengua recorre mi pecho.
Miro hacia el techo.
Hay un enorme espejo encima de nosotros.
Conforme lames mi pecho y siento tu lengua como si fuera un afrodisiaco, veo la cascada de tu cabello esparcida en el colchón.
Estás muy cachonda.
Te subes en mí y comienzas a moverte contra mi entrepierna.
Me haces sentir muy excitado.
Me controlas. Me conduces.
Te das la vuelta y ahora veo tu espalda.
Continúas moviéndote, atrás y adelante, atrás y adelante, contra mi entrepierna.
Me controlas. Me conduces.
Siento que estoy a punto de explotar.
Tengo una erección que no puedo controlar.
Lentamente me convierto en una parte de ti.
Lentamente estoy dentro de ti.
Sé que debería usar un preservativo, pero es demasiado tarde.
No puedo dejar de mirar mi erección en la penumbra de la habitación.
Se ve diabólica. No puedo creer lo que acaba de pasar.
New Day Rising, by Hüsker Dü
English version of New Day Rising
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