Alexa dice que hoy atardecerá a las 18: 53. Estoy despierto desde las cinco de la mañana. Ya escribí un rato, ya les di su comida blanda a los gatos, ya recogí su arena, ya me medí la glucosa, ya me di tiempo para dormir otro rato, ya me bañé, ya revisé mis redes sociales, ya volví a escribir, ya me bañé y ya estoy escribiendo de nuevo.
Las últimas semanas han sido una locura. He estado muy ocupado. Tuve que impartir cuatro pláticas –dos de divulgación de la ciencia y dos para público especializado–, tuve que enviar mi solicitud de permanencia en el SNII, tuve que participar y moderar una mesa redonda, tuve que contestarle por segunda ocasión al Reviewer #2 de ese paper que sometí en noviembre a revisión a una revista internacional. Todo lo anterior tuve que compaginarlo con las casi catorce horas de clase que tengo frente a grupo, por semana. Tengo 40 estudiantes en Motivación y Emoción, 17 en Psicobiología y 10 en Ciencias Cognitivas Aplicadas.
El miércoles di una plática para un simposio, y tuve un compromiso familiar. El jueves y el viernes fueron días feriados, y quería ponerme a escribir y escuchar música y tomarme algunas cervezas, pero el jueves tuve que salir a comprar despensa y el viernes tuve que grabar una plática de veinte minutos para un simposio de medicina del sueño. Me tomó casi seis horas. El sábado tuve otro compromiso familiar. Apenas pude dedicarle algunas horas por la mañana a un manuscrito que debo entregar entre hoy y mañana. Hoy tengo planeado trabajar en el plan de estudios de una nueva licenciatura y terminar el manuscrito que debo entregar hoy o mañana. Si me da tiempo, revisaré algunas tareas de los cuarenta estudiantes de Motivación y Emoción, y, si me da tiempo, prepararé mi clase de Ciencias Cognitivas Aplicadas del martes. Son tres horas. Y ese día, también imparto tres horas de Motivación y Emoción.
A veces, uno tiene que hacer cosas que no le gustan, que le quitan tiempo, y nadie se da cuenta.